N. del A. Esta vez y a falta de otros hallazgos, recupero de la noche de los tiempos y además, corrijo y actualizo para lectoras y lectores, un ejemplar de "Cuentos para Pensar y no echar gota", de los cuales no tienen ustedes conocimiento ni tampoco tenía yo conocimiento cuando los escribí.
He estado haciendo limpieza en el hemisferio izquierdo de mi cerebro. Aparte de quitar mucho polvo, que falta le hacía, y tirar a la basura recuerdos caducados, muchos sin estrenar, he encontrado en unos pliegues de la memoria algunos curiosos hechos de mi adolescencia. Sepultados bajo unos recuerdos antiguos de chicas y otros de excursiones en bicicleta, hallé los vestigios de unos cuentos que escribí siendo muy, muy, joven y al poco tiempo destruí, en un arrebato de cordura.
Ya no tengo, por lo tanto, los originales en papel, probablemente me envolví un bocadillo con ellos, así que para recuperar las historias he tenido que reescribir el argumento por completo. He recordado dos ó tres que puede que también publique en este medio, así estén ustedes alertas que el que avisa no es traidor.
Son historias sin grandes pretensiones, encuadradas en una serie que entonces no tenía nombre, o no lo recuerdo (volveré a buscar entre los recuerdos de chicas y bicicletas por si aparece). Para cubrir esta pérdida, los he llamado "Cuentos para Pensar y no echar gota", y son historias con su moraleja y todo, que como todas las moralejas, están destinadas a hacernos reflexionar en algo, si es posible. Este primero está dedicado pensar en aquello que es verdaderamente importante en la educación de nuestros nenes, verán que es algo que, evidentemente, no contempla la LOGSE.
Son historias sin grandes pretensiones, encuadradas en una serie que entonces no tenía nombre, o no lo recuerdo (volveré a buscar entre los recuerdos de chicas y bicicletas por si aparece). Para cubrir esta pérdida, los he llamado "Cuentos para Pensar y no echar gota", y son historias con su moraleja y todo, que como todas las moralejas, están destinadas a hacernos reflexionar en algo, si es posible. Este primero está dedicado pensar en aquello que es verdaderamente importante en la educación de nuestros nenes, verán que es algo que, evidentemente, no contempla la LOGSE.
Espero que les guste.
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~ La educación del Príncipe ~
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El primero de ellos fue llamado a presencia de la Reina. Entró en la sala cargado de libros. La Reina le preguntó de qué manera instruiría al futuro rey y el candidato le contestó:
- Majestad, yo soy el mayor especialista en la Historia de nuestro reino. He escrito todos estos libros que aquí veis, y otros muchos que no he podido traer. Yo le enseñaré a su Alteza todo lo que hay en ellos: todos los hechos que han sucedido en estas tierras y todo lo que sucederá si no conoce bien la Historia. También le enseñaré toda la literatura, todo el Arte y toda la Filosofía de nuestro reino, que también están en estos y otros libros, de manera que el día de mañana nuestro Príncipe sea el más erudito de cuántos gobernantes hayan pasado por el trono.
La Reina quedó muy asombrada de la erudición del primer candidato. Aunque dudaba que pudiera ser más sabio que el primero, ordenó entrar al segundo de los aspirantes. Éste entró en la sala no sólo cargado de libros, sino también de telescopios, astrolabios, esferas y todo tipo de ingenios mecánicos. Cuando fue preguntado qué materias le enseñaría al heredero del trono, el sabio contestó:
-Majestad, yo soy un científico insuperable. He conseguido muchos descubrimientos técnicos y los he reflejado en mis libros, que aquí veis. Yo enseñaré a su alteza a observar las estrellas y el cielo, para conocer qué peligros se ciernen sobre el reino. Yo le enseñaré también a conocer la Naturaleza, de manera que pueda conocer qué es lo mejor para la tierra. También le enseñaré los misterios de la Física y de las Matemáticas, que rigen el mundo de lo que se ve. Finalmente, yo instruiré al Príncipe, para que utilice la tecnología en beneficio de sus vasallos y sea el más capacitado de cuántos gobernantes hayan pasado por el trono.
Esta exposición no dejó menos asombrada a la Reina que la primera, de manera que dudaba cuál de los dos sería más conveniente como preceptor de su hijo. Aún así, hizo pasar al tercer aspirante, quien entró en la sala con las manos vacías. La Reina, perpleja, le preguntó:
- ¿Venís sin libros ni instrumentos? ¿Qué pretendéis enseñar al Príncipe entonces?
-Majestad - dijo el sabio-, yo no soy más que un maestro y el Príncipe Heredero no es más que un niño. Lo que hoy sé lo aprendí en parte de mis maestros y en parte de los libros, pero la mayor parte lo descubrí por mi mismo. Yo ayudaría al Príncipe Heredero a aprender a aprender, pues sólo él puede aprender a ser feliz.
Esta vez la Reina no tuvo dudas sobre quién era la persona más sabia de su reino.