lunes, 25 de febrero de 2013

Meteorito en Móstoles

N. del A.: Pido disculpas por retrasarme tanto en publicar algo sobre el meteorito que cayó en Rusia hace dos semanas. Yo tenía esto a medio escribir, pero me he entretenido con tontunas y ahora me pongo a ello. Espero que los meteoritos, asteoroides y otros cuerpos estelares no me lo tengan en cuenta. 

Año IV, opus 126
Móstoles es un pequeño pueblecito entrañable donde vivimos casi 200.000 habitantes todos desconocidos entre sí, y que habitamos amontonados en bloques de 10 pisos, para ahorrar casco urbano. Este hacinamiento es un imán para meteoritos, que podrían hacer con nosotros lo mismo que a los dinosaurios de hace 65 millones de años, es decir, aprovechar un momento en que estaban todos juntos para exterminarlos de una  sola pedrada. Dentro de un tiempo, se podría hacer una película llamada Mostolensic Park, con reconstrucciones virtuales de rugientes mostoleños en plan depredador. Mientras eso sucede, yo voy a imaginarme cuál sería la reacción de la vida pública española si cayera un meteorito de medianas dimensiones en el mismo Móstoles:
  • El alcalde de Móstoles, quien se salvó gracias a que, como buen vecino, vive en otro municipio para no manchar el suyo, se fotografía inaugurando el nuevo meteorito. Los únicos doce mostoleños supervivientes, recién nombrados concejales,  le aplauden.
  • El Gobierno de la Nación anuncia oficialmente que "no le consta" que haya caído ningún meteorito, y que en cualquier caso, ya ha sido expulsado de su partido.
  • El partido de la Oposición exige la dimisión del ministro del ramo, del "Hombre del Tiempo" y de Stephen Hawking.
  • El alcalde de Móstoles se fotografía inaugurando los nuevos contenedores de basura que sustituyen a los que ha destruido el meteorito
  • Las Comunidades Autónomas exigen compensaciones al gobierno central por la discriminación patente de que a ellos no les caen meteoritos.
  • Telecinco idea un nuevo reality show donde antiguos futbolistas y Belén Esteban compiten por cabecear un meteorito
  • El Gobierno regional declara que el meteorito es indudablemente un bien público de todos los ciudadanos y a continuación, publica un concurso para privatizar su gestión.
  • El alcalde de Móstoles se fotografía en el I Foro de Meteoritos Emprendedores
  • El gobierno recuerda que los meteoritos son una herencia del gobierno anterior y de paso anuncia la supresión de otra paga extraordinaria a los funcionarios, por "razonesh cosmicash imprevistash"
  • El programa dela Sexta El Follonero de Jordi Evolé demuestra que en otros países los meteoritos caen siempre en áreas despobladas merced a las medidas preventivas de sus gobiernos, mientras que en España caen en áreas superpobladas por pura desidia.
  • La prima de riesgo del Estado español se dispara, no por el meteorito,  que les importa un colín a los mercados, sino porque ya tocaba.
  • El gobierno regional tranquiliza a Las Vegas Sands dándoles garantías de que no habrá meteoritos en Eurovegas y de que tendrán más exenciones de impuestos.
  • El blog del Tío Eugenio  se cierra por descalabro interestelar de su autor (por su enorme cabezón se llevó lo peor del impacto).  El  partido de la oposición, que no se ha enterado del descalabro, exige la dimisión inmediata del Tío Eugenio
  • El Alcalde de Móstoles se fotografía inaugurando el nuevo blog del Tío Eugenio, que ahora es punto de encuentro de empresarios e inversores.


jueves, 14 de febrero de 2013

No matéis a tiros ni a Zombis ni a Vampiros

N. del A. Reivindico hoy los derechos de zombis, vampiros, orcos y demás criaturas que en el cine, la televisión o en los videojuegos son objeto de nuestro prurito de matar y matar. Ellos también nos quieren matar a nosotros, pero yo pregunto ¿quién empezó primero?
Año IV opus 125
No me gustan las películas de zombis ni las de vampiros. En este punto creo estar en contra de las últimas modas mayoritariamente aceptadas por los consumidores y que previamente han sido sin duda ideadas y planificadas por alguna oscura sociedad secreta compuesta por productores de cine y técnicos de márquetin. 

No me gustan las pelis de zombis porque son muy crueles. Se permiten mostrar escenas en las que los protagonistas destrozan indiscriminadamente cabezas de seres humanos, niños incluidos, y no nos escuece la conciencia porque la acomodamos pensando que ya no son personas, sino alimañas. Disparar sobre zombis «se puede» y permite fantasear con disparar a bulto contra las multitudes. Nos libera ese demonio que todos llevamos dentro y que está deseando tirotear a nuestro vecino, a nuestro jefe y a nuestra cuñada. Quién no ha pensado alguna vez en entrar en unos grandes almacenes y ametrallar todo lo que se mueva y sin embargo, sólo unos pocos, merced a la Asociación Americana del Rifle, consiguen cumplir esa fantasía. Los demás se limitan a excitarse mediante la idea de protagonizar una matanza con la tranquilidad que da saber que la policía no nos va a decir nada.

Yo, además,  confraternizo con los zombis porque me parezco a ellos: yo también soy torpe de andares, parco de palabras y voraz en el comer. Por favor, no por ello me vuelen mi monda cabeza,  ni siquiera cuando haya muerto.

Tampoco me gustan las pelis de vampiros, al menos las modernas, porque los no muertos de ahora son muchachos guapísimos a pesar de contar con cientos de años de edad, es decir, son insultantemente más atractivos que quien esto les escribe, más joven y aferrado a la vida que ellos. Estos vampirillos pisaverdes imponen  modas de ropa en la juventud y sin embargo, tienen remilgos de conciencia a la hora de morder a la muchacha que se les ofrece franca. Admiro, por el contrario, al conde Drácula clásico encarnado por Bela Lugosi o Cristopher Lee. Aunque chapado a la antigua, este vampiro era sobre todo, un elegante  caballero que recibía a sus víctimas en su castillo perfectamente peinado y vestido de gala, aunque fuera a deshoras y en medio de una tormenta feroz. Todo lo contrario que yo, que a cualquier hora del día me encontrarían en mi casa en pijama y con zapatillas de conejitos como un gañan. Era también este conde un vampiro certero y eficaz que nunca dejaba escapar un buen cuello femenino con escote estilo imperio

Igual que los vampiros, a mi también me gusta dormir por el día y asaltar por las noches escotes estilo imperio.  Por favor, no por ello me claven una estaca en el pecho, aprovechando mi sueño.

A veces creo que este mundo está dividido entre personas que caminan erráticas como zombis, siguiendo a cualquier seductor granuja sin saber por qué, sin otro afán que conseguir algo que comer o algo que ver en la televisión y por otro lado, las personas que gobiernan el mundo, los vampiros que se alimentan de nosotros, los zombis. Sin duda debe haber un rechazo oculto en nuestro subconsciente que no quiere ver que todos somos zombis o vampiros (vale, usted no, como quiera) y de ahí el temor que nos inspiran y las ganas de matarlos. De una manera u otra, no me gusta ver imágenes en  las que se mata con alborozo a estas criaturas, aunque sean seres no humanos, porque precisamente los genocidios del mundo real se apoyan en la misma idea: aquellos a quienes se aniquila no son personas.
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Menos mal que a los hombres lobo nos tienen que matar con balas de plata y eso encarece mucho que nos masacren.

viernes, 1 de febrero de 2013

¡Cuánto daño!

N. del A: La corrupción de los poderes públicos no es exclusiva de España, existe en  todos los  países y culturas, tampoco es exclusiva de una ideología política, ni de una determinada clase social y todo ello es porque el alma humana se fabrica en serie y nos hace a todos iguales. Esta realidad, sin embargo, no debe servirnos de excusa para tolerar lo intolerable.
Año IV 124
Cuando escucho en los noticieros televisivos hablar sobre la corrupción en España me entran ganas de gritar. No me refiero a salir a la calle con cacerolas para gritar las consignas del 15-M como ésta, mi favorita: «NO HAY PAN PARA TANTO CHORIZO», porque verdades como ésa me hacen salivar y me abren el apetito. No hablo de gritar pidiendo justicia, porque es seguro que sólo por pedirla me cobrarían las tasas. Tampoco me refiero a gritar pidiendo la castración química de los corruptos, para que, al menos, no les puedan heredar, porque ya es tarde, todos tienen familia.

Yo me refiero a gritar de dolor.

A mi no me preocupan los pillos que reciben sobresueldos en sobres o en trajes a medida, ni me quitan el sueño quienes de la noche a la mañana pueden permitirse comprar fincas con encinares o pisos de lujo en Manhattan, porque no les envidio. A mí me preocupa y me duele el origen de ese dinero, porque  la plata  que araña un político corrupto es sólo una parte de la que otro granuja obtendrá de esos favores. Son el resultado de negocios que de forma honrada no se pueden resolver. A mi me duele el daño que se nos ha hecho a usted, a mí, a aquel otro que no me lee o a aquel que me lee creyendo que soy otro. Ese daño que se nos ha hecho es muy grande y justifica gritar.

Cada euro ganado así se ha conseguido a costa de pisotear los derechos de alguien, de unos pocos, de muchos o tal vez de todos. Para obtenerlo, se ha debido expropiar de forma injusta a un ciudadano, o se ha obtenido una licencia de obras donde no se debiera obtener, o se ha perjudicado a quienes licitaban de forma honrada o se ha autorizado una subida de tarifas que todos pagaremos. Cada sobre con dinero sucio implica que antes se haya sancionado una ley, promulgado un decreto, publicado una ordenanza o adjudicado un contrato persiguiendo un interés que no era el interés general.

Un dinero corrupto no se gana repartiendo alimentos entre los niños del Sahel ni salvando a las ballenas de los que las matan en el Atlántico. Al contrario, se obtiene repartiendo fusiles a los niños y mirando hacia el otro lado del mar donde no están  arponeando a las ballenas. 

No posible determinar qué porcentaje del PIB es el que se acumula en unas pocas manos gracias a las decisiones políticas «sabiamente orientadas», pero seguro que es una cantidad dolorosa. El daño es grande porque el dinero que se pierde entre las juntas de las cañerías del poder es el que luego falta para mantener un centro médico en algún pueblo pequeño. Es un dolor agudo el que produce pensar que quien debe velar por nosotros, nos miente primero, nos roba después y termina mintiéndonos de nuevo.

Por eso dan ganas de gritar de dolor.




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