He cumplido mi primer añito

N. del A. Ahí es nada mi primer añito de blogodependiente. Ha sido gracias a todos ustedes, que me han dado ánimos. O si lo prefieren, ha sido culpa de todos ustedes.

Año II Opus 67

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(En mi trabajo me repiten a diario que no hay que perder nunca una oportunidad de negocio)

El año pasado regresé de mi viaje de vacaciones con la idea fija entre ceja y ceja de abrir este blog, almacén de gilaílas y pendonás. Llegué a mi casa desde la estación del tren, dejé la maleta sin deshacer en el pasillo y me dirigí ciegamente a encender el ordenador con la inflexible intención de entrar en la página de blogger para registrarme y abrir el blog. 

Después de eso, fui al cuarto de baño a cumplir otras tareas no tan importantes como el blog, pero no menos urgentes. En la vida, hay que tener claras las prioridades. 

Ya era blogodependiente. Lo hice con la intención de escribir sobre historia. En vez de eso, escribí esta tontería, predecesora de otras, sobre el primer tema que me pasó por la cabeza. Desde entonces, ése ha sido mi criterio principal: la falta absoluta de criterio. Escribo de cualquier cosa que inspire alguna idea dentro de esta caja de Pandora que es mi cráneo.

El blogueo, lectoras y lectores, se compone de una buena parte de vanidad (hacer algo y que los demás lo admiren) y de una buena parte de autoconocimiento, porque escribiendo mi blog y leyendo los demás he aprendido mucho de mi mismo: de mis capacidades, que son diferentes de lo que yo creía o de mis opiniones, que son más raras de lo que yo imaginaba. Como ahora me conozco mejor a mi mismo, cuando hablo solo tengo más cuidado con lo que me digo; esto, aunque parece esquizofrenia, lo digo completamente en serio. 

Contra todo pronóstico, sigo adelante pese a las reticencias del mayor de mis enemigos conocidos: yo mismo. Me gustaría afirmar, como mi admirado Groucho, que partiendo de la nada he alcanzado las más altas cotas de la miseria, pero no ha sucedido así. El objetivo de este espacio, que era el de entretenerme y dar un desahogo malthusiano a mi ya superpoblado cerebro, está conseguido. 

Como el olvido es el padre de la injusticia y yo ya estoy mayor para ser padre, no quiero olvidar en esta efeméride a dos personas importantes para mi, a las que tengo bastante que agradecer y admirar:

Francesca, que fue la primera comentarista y que en los primeros pasos de mi andadura me animó a seguir adelante y que, por si no lo saben, derrama en su Club de los domingos una prosa de bouquet suave, al dente, exquisita y personal que es una alegría encontrarse cada domingo por la mañana. Mi admiración, Maestra.

Alejandro, que fue el primero en poner su carita en la lista de seguidores y también me animó en muchos momentos. En sus varios blogs, cada día aprendemos cosas sobre ciencia, pero yo le descubrí en La risa de la Ciencia, donde a diario se encuentra una viñeta de humor fino y trazos sencillos, como a mi me gusta. Mi admiración, Maestro.

Y para todos mi amenaza en firme: mañana más.