domingo, 7 de octubre de 2012

Herodes return's

La matanza de los inocentes,
de El Giotto
N. del A.: A propósito de niños llorones y padres desesperados. Tal vez ustedes puedan decir que sus criaturas han sido como angelitos, eso significa que ya no se acuerdan de las rabietas y llantinas de sus primeros años. 
Año III, opus 111


Tengo unos vecinos bendecidos con un niño hermoso y guapo que no deja de llorar en toda la jornada, la cual prolonga a veces hasta bien entrada la noche. Sus horas de sueño son las de descanso de toda la vecindad. La fragilidad de las paredes de mi edificio permite que todos los vecinos compartamos emociones como ésta, o que podamos tener cumplida información de las desavenencias conyugales y otros problemas que nos afligen. Es algo que debemos agradecer a la empresa constructora que en los años 70 concedió más importancia al lucro de sus dueños que a la calidad de los materiales. 

Yo me quejaba de la portentosa garganta de mi hijo quien desde su nacimiento hasta bien entrado de músculos alivió con sus lágrimas la pertinaz sequía que castigaba España en los años 90 e iluminó con sus ayes vocingleros las aburridas noches de Móstoles. Este joven vecino mío ha hecho bueno a mi chiquitín, lo que nos enseña que siempre hay alguien más desgraciado que nosotros.

Sus rabietas se adornan con las voces desesperadas de sus padres, ora ofreciendo alternativas a sus caprichos, ora impartiendo justicia, ora suplicando por su vida. Es inevitable en estos momentos reivindicar la figura histórica y biehechora del rey Herodes, acusado injustamente acabar con la vida de los mal llamados Inocentes por pura vesanía cuando, si lo hizo, fue por amor a su pueblo. Las noches de Israel nunca fueron tan tranquilas como entonces. 

Sin embargo, no se asusten, nunca llega la sangre al río. La evolución ha dotado a nuestra especie con un maravilloso don: el olvido. Sin esta portentosa cualidad humana, todos los niños llegaríamos a mayores profundamente odiados por nuestros progenitores y en casos como éste, simplemente no llegarían a edad fértil. El olvido es una droga de efectos inmediatos que se desata simplemente con una sonrisa del niño, con una palabra inocente o con un acurrucarse contra nuestro costado. A veces, simplemente ver los párpados plácidamente cerrados del monstruo y escuchar su respiración tranquila y rítmica dispara chorros de olvido sobre nuestro cerebro alborotado. Gracias a eso estamos vivos y existimos.

Aquellos vecinos que compartieron la infancia de mi hijo a costa de su descanso mostraron siempre paciencia hacia él y comprensión hacia nosotros, sus padres. Denunciamos a nuestros vecinos si ponen la música muy alta o hacen ruido con el aspirador, pero no si su pequeño nos destruye el cerebro con sus rabietas. Nuestra especie está adaptada evolutivamente para soportar esta imposición biológica puramente humana, pues no se conoce que los hipopótamos estén cantando boleros a sus crías a altas horas de la madrugada, como supondrán, he tenido que hacer yo. Y eso que entre bolero y bolero yo bostezaba abriendo la boca como un hipopótamo de regular tamaño.

Gracias Herodes por tu buena intención, pero como ves, no hacía falta. 


2 comentarios:

  1. Jeje, imposible no pensar en lo que tengo ahora en casa. Yo he dormido estupendamente con las mías, y la pequeñaja es de risas agradecidas y escasos llantos.

    Aunque cuando se pone.... se pone. No mucho más de 10 minutos pero muy bien aprovechados.

    La mayor lloraba más pero seguía una agenda muy estricta y se limitaba a las horas entre las 8 y media de la tarde y las 11/12 de la noche aproximadamente, siendo escasos los días que se lo saltaba pero también escasos los que improvisaba fuera de horas.

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    1. →natsnoC: sin duda hay niños de todos los sabores y la mayoría son de los buenos. Pero luego nos acordamos siempre de los llorones.
      Un abrazo,
      ug

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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