lunes, 21 de enero de 2013

A mí sí que me consta

El generoso señor Bárcenas, (foto de  El  País)
 N. del A: Publicaron la noticia este fin de semana de que el tesorero del Partido Popular repartía sobres con abundante dinero negro procedente de Dios sabe qué entre sus compañeros de partido y lo hicieron pensando que iba a ser una bomba periodística, pero yo no conozco a nadie sorprendido, nadie que se pregunte cómo es posible. Ésta es, creo yo, la tragedia de la vida política en España, que ya no nos sorprende nada.
 Año IV opus 123

He de confesar y confieso. Por sentido de la responsabilidad, por sentido del honor y porque está de moda admitirlo, tengo que decir la verdad a todos los lectores y lectoras:
Me consta que yo también he distribuido sobres de dinero negro a personas de mi entorno para asegurarme su fidelidad.
Sí, es cierto, yo lo he hecho también, me consta, no sólo lo hacen los presuntos tesoreros de presuntos partidos que presuntamente están en un presunto gobierno y que presuntamente todos tienen la carta de "Quedas libre de la Cárcel" que hay en todo juego de monopoly. Yo también he distribuido dinero en sobres a mis hijos en cantidades que oscilan entre los 5 y los 10 euros semanales. A cambio de esta paga semanal, que jamás declararon al fisco, ellos me aseguraban su fidelidad inquebrantable.

Sí y ese dinero era negro, porque procedía del trabajo y no hay origen más oscuro puesto que, como es sabido,  el trabajo es maldito. Es el resultado de una maldición bíblica en que hemos incurrido hombres y mujeres por comer fruta. Tenemos la esperanza de que el dinero presuntamente repartido por el presunto tesorero no procedía de tan maldita actividad.

Sí, y también lo digo, yo reparto ese dinero negro con orgullo de padre y sin vergüenza alguna, con la barbilla bien alta, como Charlton Heston.

Por eso me imagino el orgullo y la satisfacción con que ese hombre del que todos hablan en los periódicos, repartía los sobres con la paga semanal a sus ahijados en el Partido. Me consta que ese hombre, que como yo, estaba desprovisto de toda vergüenza,  recorría los despachos de sus compadres y secuaces con una sonrisa abierta, con el orgullo de raza del padrino y repartía sus esperados sobres entre alharacas, vítores y aplausos. En el Partido dirían «dadle un besito al tito Bárcenas, que viene con el monedero abierto».

Como mis chiquitines, cuando les doy el billetito de cinco euros para que vayan a la tienda del chino. Seguro que muchos días se le escapaba alguna lagrimita emocionada, como a mi. 

Y me consta que nosotros también guardamos el dinero en bolsas de basura, como los presuntos tesoreros españoles. No en cajas fuertes o maletines, que eso es para los dólares americanos. En España, costumbre atávica, guardamos el dinero en bolsas de basura. Al menos es donde me parece que va a parar el dinero de mis impuestos. 

No miremos la paja en el ojo de nuestro prójimo y reparemos en la viga clavada en el nuestro. ¿Quién no ha repartido dinero entre sus sobrinitos? ¿Quién no le ha dado el aguinaldo alguna vez a los rapaces que cantan villancicos? ¿Hemos de juzgar mal por eso a este hombre del que tanto hablan los periódicos?

No hagamos leña del árbol caído. Hagamos,  mejor, un cómodo banquillo para acusados, porque alguna vez gastará su carta del monopoly y podrá caer en el "Vaya usted a la cárcel, sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 pta" . Y ese día, podremos ir nosotros y llevarle un sobrecito con dinero de colores a la cárcel.

Sólo dinero del monopoly, que la intención es lo que cuenta.


miércoles, 9 de enero de 2013

Elegir nuestro trabajo

Autor: Forges
N. del A.: Mi trabajo no es el mejor del mundo ni es algo que me ilusione, aunque reconozco que no estoy descontento del todo. Creo que a todos nos gusta encontrar profesionales a quienes les guste su trabajo y si usted es de los que lo dicen, reciba mi más sincera enhorabuena. 
Año IV opus 122
En España hay ya seis millones de parados. Con las previsiones de crecimiento que los organismos oficiales dan para nuestro país y dado que la política económica de nuestros bienamados padres de la patria se dirige a pagar letras y no a crear empleo, podemos decir sin temor a equivocarnos que esa cifra no va a bajar en mucho tiempo. Hará falta un milagro económico al estilo del japonés de la postguerra para mejorarlo y no parece que el Cielo esté contento con nosotros, por lo que no cabe esperarlo.

Todo esto significa que de cada cuatro españoles en edad de trabajar, menos de tres lo hacen. Si tenemos en cuenta la población pasiva, compuesta por cada vez más viejitos y añadimos los desempleados y aquellos que no buscan trabajo ya sea por pereza o por su nutrido patrimonio y  tampoco nos olvidamos de la numerosa población reclusa y de la que practica la delincuencia fuera, ni tampoco de la creciente clase política que trabaja sólo en pos de su negocio ni de aquellos que tienen la fortuna de tener empleo,  pero no dan ni chapa  haciendo gala de ese espíritu holgazán tan bien visto en España (no especifico colectivos laborales ni regionales, esto va por todos) podemos afirmar, también sin temor a equivocarnos, que cada uno de los que trabajamos como es debido lo hacemos para mantener a cuatro españoles. 

Así sí que se rompe España.

Uno de las malas consecuencias de esta situación, aparte de las tragedias de cada casa, es la de la elección del trabajo. Evidentemente, no estamos para elegir, cada cual trabajará en lo que pueda. Y eso es lo que yo, en este blog martillo de herejes, quiero denunciar hoy.

La prosperidad de un país debería medirse, no en términos de renta per cápita ni de producto interior bruto, sino computando el número de personas que trabajan en lo que les gusta. Es tan importante porque redunda directamente en nuestra felicidad y en la de los que dependen de nosotros. A mis hijos les digo a menudo que no me importa si eligen ser aviadores o payasos en un circo, ingenieros de caminos o carpinteros, siempre que sea lo que ellos decidan hacer. Lo importante es cumplir cada día el trabajo que nos llena y nos satisface. De esa manera, probablemente habría menos malos modos en los autobuses por las mañanas y menos malos tratos en los dormitorios por las noches.

Por supuesto que a pocas personas les gusta limpiar escaleras, pero existen. Seguro que hay gente para todo y aunque, por lógica, nunca se pueda acomodar a todo el mundo, el porcentaje de personas que consiguen trabajar en «lo suyo» es uno de los indicadores que deberían tenerse en cuenta en el Debate sobre el estado de la nación, junto con el de orgasmos por habitante y año y el de risas por kilómetro cuadrado. 

Y esta maldita crisis está bajando esos indicadores. Las reformas laborales, los recortes de salario, las privatizaciones, las reformas involucionistas, todo está empozoñando la vida en los trabajos que nos dan la vida. No midan el problema sólo por la aritmética que señala el número de desempleados, la crisis y las medidas que se inventan para  atajarla nos envenenan más cosas aparte de la nómina. 

Por favor, padres de la patria, arréglenlo.

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