viernes, 6 de diciembre de 2013

Quiero ser un villano de comic

Algunas actitudes bienintencionadas de personas de mi entorno pueden llegar a molestarme. Por ejemplo, que con el mayor de los cariños me metan un calcetín sucio en el ojo o que, por hacerme reír,  un mono sin estudios moje un testículo en mi sopa. Son buenos ejemplos de esas cosas sin mala intención que me incomodan sin saber uno por qué. Otro ejemplo de estas actitudes que me amuelan es que me digan benevolentemente que soy una buena persona. Yo no soy como Antonio Machado que encontraba un buen sentido a la palabra  "bueno". Les explico por qué:

Hay una frontera casi invisible entre ser bueno y ser ingenuo, de manera que a veces es difícil  inferir si la intención del que nos reputa de buenos es alabar nuestras bondades o manifestar, sin herirnos, nuestras mermas. A veces, el que nos llamen buenos esconde otra cosa que nos niegan, como aquellas mujeres que me hablaron de "belleza interior", pero que no quisieron acostarse conmigo o aquel jefe que me alababa en el trabajo y luego me asignaba a mí la tarea de ese caradura que todo el mundo despreciaba por vago o inútil. 

Con ese paranoico e inexplicable sentido de la justicia que tiene el Destino, las chicas se suben a las motos de los más malotes, ascienden en la escala social los más aborrecibles y pagan los impuestos que mantienen el sistema los más honrados.

Por esto quiero ser un auténtico villano de cómic, de ésos que disfrutan de todo lo que la vida puede dar: poder, dinero, admiración y sexo. De esos que durante casi todas las páginas del cómic consiguen hacer su santa voluntad y sólo al final, en las páginas finales, les estropea los planes un fantoche vestido ridículamente y con un sobrevalorado sentido de la honestidad. Los atribulados ciudadanos de la ciudad sufren durante todo la historieta y cuando, gracias al héroe, se ven libres de la lacra, se les acaba el relato sin darles tiempo a disfrutar de la tranquilidad conseguida con tanto esfuerzo. 


Quiero ser uno de esos malvados que saben perfectamente que al final se escaparán de rositas, para poder liderar el mal en el siguiente cómic, y encontrarán nuevos e ingenuos secuaces, buenas personas en el fondo, que palmen por ellos y paguen sus culpas.

Quiero ser un villano de esos que pueden mentir, desdecirse, reconocer sus errores y volver a mentir sin perder por ello sus fieles seguidores-votantes. De esos que pueden acumular millones en Suiza y conseguir que les devuelva Hacienda sus cuotas del IRPF. De esos que delinquen a pecho descubierto y sólo son juzgados sin riesgo alguno por los delitos que ya han prescrito. De esos que, si acaso el caprichoso azar les depara un auto de ingreso en prisión, duermen tranquilos en dorado aislamiento, sabiendo que el Ministerio Fiscal se encargará de sacarles del apuro, con mayor diligencia que su propio abogado defensor.

En fin un villano de esos que los ciudadanos buenos y honrados sostienen sua pecunia. De los que cuando son descubiertos por la prensa "canalla y falaz" tienen siempre medios de salir airosos o de los que no conocen los servicios públicos de empleo, porque si pierden su puesto en la política, les reciben con fanfarrias y chears leaders en importantes consejos de administración. 

Y sobre todo, como un buen villano de cómic quiero reírme mucho, con la boca bien abierta, a carcajada limpia y sin inhibiciones. Reír y reír todo el tiempo y no como esos héroes pusilánimes, eternamente preocupados por el bien común. 

Así que el día que quieran halagarme, díganme: «tío Eugenio, eres un canalla»

2 comentarios:

  1. Ug, ¡eres un canalla del 13!
    Pero apunto que no es tan fácil para algunos elegir ser un villano o un pringao, quizás sí reprochar a los progenitores determinados valores inculcados, y aplico aquí aquello del "si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos." (leer a ritmo de Pedro Navaja, que queda mucho mejor)

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    Respuestas
    1. →Larry: creo que nuestros padres nos educaron irresponsablemente en el bien cuando lo que deberían haber hecho, si de verdad nos querían, era educarnos para el mal.
      Ahora ya es tarde para que la vida nos dé sorpresas, sorpresas nos dé la vida.
      Ug

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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