Me ha llegado hoy este documento en una cadena de correo electrónico, así que el origen del mismo no puede ser más incierto. Ignoro quién lo digitalizó, ni de qué fuente lo ha obtenido, ni si ésta misma persona lo hizo con permiso o si se deslizó de noche en un archivo secreto para fotofilmarlo con una cámara escondida en las lentillas.
Es obvio, por lo tanto, que tampoco sé si es verdadero. No obstante, puesto que viene de internet, es con toda seguridad absolutamente fidedigno, porque nadie en la Red publicaría una cosa que no es cierta ¿no? Nadie en su sano juicio. Eso se sabe.
Pues una vez bien establecido y aposentado mi acrisolado rigor científico, aprendido con la lectura de la prensa diaria, les recomiendo que lean con detenimiento el siguiente contrato, que no tiene desperdicio:
Este contrato de maestras de un colegio de Cuenca en 1923 contenía muchas ventajas laborales indiscutibles, fuera de toda discusión desde el punto de vista de los principios de Seguridad e Higiene, disciplina ésta donde, aunque parezca otra cosa, se ha avanzado poco. El Consejo de Educación de la Escuela, en adelante el empleador, exhibía un espíritu altamente bienhechor, más propio de un padre que de un patrón; este espíritu, por desgracia, se ha perdido para siempre en los contratos actuales. La salud y el bienestar de la maestra, en adelante la empleada, era un objetivo prioritario en las relaciones laborales. Y si no vean ustedes mismos:
- Cuatro meses, cuatro, de vacaciones, en los que poder disfrutar los ahorros de las 75 pesetillas ganadas en los ocho meses anteriores.
- Conciliación de la vida laboral y familiar: no casándose, sólo se tiene vida laboral.
- Toque de queda y horarios estrictos propios de un monje Shaolín, todo lo cual proporciona a la señorita sosiego para su alma y disciplina necesaria para su cuerpo.
- Preocupación muy viva por la salud de la maestra, alejándola de los helados, el alcohol y la nicotina.
- Otrosí, preocupación vivísima por la salud de la maestra, alejándola también de los hombres.
- Interés por la economía de la señorita, pues evitando que suba a un coche conducido por un hombre, con ello se evita también que utilice los taxis, que son caros. Salvo, claro está, que los conduzcan su padre o su hermano que, es de suponer, no le cobrarían.
- Garantías de que no sufrirá penosos malentendidos, al insistir en desterrar los colores brillantes y los tintes del cabello.
- Multifunción asegurada: además de enseñar a leer a los gamberrillos, podrá disfrutar de tareas alternativas como la limpieza o el mantenimiento de la escuela.
- Calefacción en el propio aula (cuando haya algún mueble que quemar)
- Insistencia en la salud de la maestra: acumular enaguas bajo el vestido y mostrar menos de 5 centímetros de pantorrilla le era muy útil a la señorita para evitar cistitis y otras dolencias de las partes sumergidas, y es al mismo tiempo una poderosa herramienta para poder cumplir con éxito la última de las cláusulas, la más clara: nada, nada de polvos.
En fin, maestras que me leen, que hay alguna, lo siento por ustedes. Nunca más podrán disfrutar de esta atención y mimo debido a que ya nadie se preocupa así por el profesorado. Porque no hay nadie empeñado en vigilar sus caóticos horarios; tampoco si en sus vidas privadas (¡Jesús, como si les hiciera falta!) toman alcohol o fuman, o ya en el colmo de la dejadez y el abandono, pueden incluso tomar helados sin que nadie se lo recrimine. No se les permite, ni ustedes lo propician, barrer las aulas ni hacer fuego en ellas. Conducen coches donde pudieran subir hombres, con tal de que no sean su padre o su hermano y nadie les avisará si los colores vivos de su ropa o su pelo alcanzan a ser prostibularios.
Por supuesto, habrá muchas de ustedes que usen menos de dos enaguas y los 5 cm de distancia del vestido hasta el tobillo hoy en día son referidos, por qué no, desde el vestido hasta la ingle. Y nadie que les quiera bien pondrá coto a este desmán, poniendo con ello, en grave peligro de cistitis, zonas que bien pudieran ser declaradas de interés turísitico.
Y en cuanto a los polvos, docentes lectoras, pues tampoco - o tempora, o mores-, tampoco hay nadie ya que se lo impida.
Lil Shoes, Pequeñas etapas de la vida
Tío Eugenio, ¡cómo han ido cambiando las cosas, por dios!. Apenas era ayer 1923 y hoy, casi cien años depués ni se entiende esa moral, esa rigidez de costumbres, esa preocupación por nuestras personas, nuestra integridad como mujeres y maestras.
ResponderEliminarSuena todo a cachondeo, pero mira, al hilo de tu comentario, se me está ocurriendo ahora una entrada de blog, que lo mismo hasta te hace pensar que cualquier tiempo pasado, fue mejor...
un abrazo y gracias por tu contribución que hoy ha despertado en mi a ese personaje que fui y que apenas echo de menos
Azaria→ ☺! Gracias por venir. Si te he inspirado una entrada del blog, me considero con derecho al 50% de los ingresos. ¿No? Bueno, había que intentarlo.
ResponderEliminarAlgo bueno que sí tenían aquellas maestras es que se podían desahogar a reglazos con sus alumnos sin que nadie les dijera nada. Espero no haber despertado en ti una maestra de esas.
Un abrazo,
Ug
Pues no, querido Tío Eugenio, de esas maestras de la regla en ristre nunca he sido.
ResponderEliminarTuve una vez intención de cruzarle la cara a un cretino en una clase y me quedé a medio camino.
El angelito, que yo creo que no pasaba de los 14 años, se encaró conmigo y me dijo:
-Pegame, venga, atrevete. Que si lo haces voy al director y se te cae el pelo, guapa.
No sé como, porque me temblaban hasta las canillas, me encaré con él y le dije.
-Gracias por lo de guapa, me lo dicen mucho. Pero, hoy, no vas a tener tanta suerte. El que va a ir a dirección vas a ser tú...
Así que Ug, un poco macarrilla si he sido , pero lo de la regla, nada de nada.
Bueno, bueno, no hay que exagerar, porque podía beber coñac, aguardiente,anis, etc,etc...que estan excluidas del vino, la cerveza y el wiski....jajajaja
ResponderEliminarMadre mía, que aberración
Besos
Nela
Nela→ el coñac no, que si es Veterano "es cosa de hombres..." (qué antiguo el anuncio ¿no? Lo que era entonces muy femenino era beber anís o anisette si era una mujer muy fina.
ResponderEliminarO el Peppermint.
Un beso, Nela.
Ug
Una gran verdad eso de que las empresas han cambiado y también sus empleados. El otro día en el trabajo pasé una llamada a una compañera, pregunta por ti Mamerto de Personal, pero nada, no se enteraba. Ante su gesto desconcertado recapacité y cambié mi discurso, es Mamerto de Recursos Humanos, a lo que respondió cogiendo el teléfono con rapidez y una cierta sonrisa lacayuela... Cómo cambian las cosas. Me llaman a mí recurso hace veinte años y me lío a tortazos, pero bueno ya vamos poco a poco asimilándolo.
ResponderEliminar→Gattamelata: Vaya, vaya, me alegro de verte por aquí, condottiero. ¡Personal! ¡Qué antiguo suena eso! Lo mismo eres de los que dicen todavía "informes", en vez de "Reports".
ResponderEliminarAdmitamos que somos meros recursos de la empresa, o peor aún, bienes muebles.
Gracias y un abrazo.
Ug