Les voy a contar una historia en dos versiones.
En cierta ocasión, se rompió la llave de un radiador de la calefacción de mi casa. Diligentemente, cerré las llaves de paso para que no se inundara el piso, pero aún así no pude evitar que saliera suficiente agua como para estropear el parquet de mi salón y provocar humedades al vecino de abajo. Llamé a la empresa aseguradora y vinieron peritos, fontaneros, pintores y soladores. Se arreglaron las cosas y después de eso, el vecino y yo nos saludamos cordialmente cada vez que el azar nos junta en el portal.
Ahora imagínense esta otra versión de la historia:
Al romperse el radiador de la calefacción y derramarse el agua por el piso, informo inmediatamente al presidente de mi comunidad de vecinos. Éste, en vez de dar instrucciones para minimizar el posible daño, consulta con el administrador y los vocales del edificio. Alguno de ellos, iluminado por el Gran Espíritu de las Geniales Ideas ordena que se abra la puerta de mi casa, para que el agua salga hacia la escalera. El resultado conseguido es que la inundación afecta a toda la finca, se estropean los muebles, se desalojan las viviendas y se ahogan los gatitos que no pudieron ser rescatados por sus amos.
Los vecinos de los inmuebles cercanos ayudan personalmente a limpiar y reparar los destrozos, y entre todos, contribuyeron económicamente a restaurar la situación.
Diez años después, nadie ha asumido ninguna responsabilidad. Yo sigo tan tranquilo en mi casa restaurada, ninguna aseguradora ha pagado indemnizaciones a los dueños de los gatitos y los cargos de gobierno de la comunidad de vecinos vuelven a ser los mismos iluminados que aquella vez, a los que no les ha pasado ni el tiempo.
¿Les parece una versión de la historia imposible e inverosímil? Pues no lo es. Sustituyan el agua de los radiadores por "hilillos" de gasoil y tendrán la historia del Prestige.
Es España la que es inverosímil.