jueves, 8 de noviembre de 2012

Crisis de próceres

A falta de personas honorables,
habrá que poner el nombre de
insignes granujas en las calles.
N. del A. En la siguiente entrada estoy exagerando deliberadamente. Creo efectivamente que hay una escasez de grandes personalidades, pero no estamos tan escasos de gente buena. La historia nos enseña que los grandes momentos creativos españoles han sido en momentos de crisis.  
Año III opus 115

Que la crisis actual no es sólo económica es evidente hasta para los leopardos del Himalaya. Lo sé porque ayer mismo un leopardo del Himalaya estuvo hablando conmigo de esto mismo. Tal vez se pregunten ustedes cómo es posible que éste animal pudiese hablar con un servidor y la respuesta es obvia: chateando por internet, evidentemente.

Decía este noble felino que de la crisis que se vive en España y en el resto de Europa lo menos preocupante es su faceta económica. Comparaba el capitalismo con un ascensor, que sube y sube, pero llegado al último piso, no le cabe otro movimiento que descender hasta que llegue el momento de subir de nuevo. Una vez aceptado este dogma irrefutable, sabemos a ciencia cierta que en algún momento se retomará de nuevo el ascenso, aunque haya que llegar primero al sótano.

Lo que más preocupa es que la crisis es también social y política, ya que nos cuestionamos pilares tan básicos como el modelo de democracia. También es una crisis moral, porque ya no perdonamos a los sinvergüenzas como antes perdonábamos a nuestros deudores. Pero lo que al leopardo del Himalaya le preocupaba más es la crisis de próceres.

Nuestras calles necesitan grandes hombres y mujeres para ser bautizadas con sus nombres. Necesitamos grandes personalidades que den nombre a polideportivos, fundaciones, hospitales y colegios. Nombres que sobrevivan a la alternancia de partidos políticos y sean un modelo de conducta a seguir.  Y ya nos escasean enormemente las personas con cuyo nombre honren un lugar público.

En la opinión de este leopardo, nuestros políticos son una fuente totalmente agotada de prohombres y promujeres. Entre mediocridades y granujas de medio pelo, cuesta encontrar personas de la valía suficiente para ser recordados en una glorieta. 

El desprestigio que últimamente acompaña a las instituciones ha llegado incluso hasta la familia real. Es lógico que un felino salvaje desconfíe de una familia tan aficionada a la caza mayor, que hasta los niños juegan con escopetas. Y es de notar que algunos de sus más altos miembros, por culpa de su desmedido afán por redistribuir la renta española entre sus cuentas corrientes,  han desperdiciado los nombres de sus infantes, que daban para muchos edificios públicos.

Nuestra literatura, incluida la hispanoamericana, ya está muy explotada. Hay cientos de colegios Antonio Machado en España. Teniendo en cuenta que las nuevas generaciones leen menos todavía que las precedentes, que ya es leer poco, corremos el riesgo de poner nombres de personajes desconocidos para la gente. Como mucho podríamos poner los nombres de Dan Brown o Camilla Lackberg a unas calles, que es lo que se ahora más se lee.

Del arte no podemos esperar mucho, ya que es una disciplina que, según parece, no va a estar muy valorada en los próximos planes de estudio de los colegios. Puede que si ponemos el nombre de Picasso a un parque, los estudiantes se extrañen de que hayamos utilizado el nombre de un modelo de Citröen. 

La menguante inversión en ciencia y la investigación no va a ser suficiente en los próximos años para proporcionar muchos nombres de próceres. En todo caso, debido a la fuga de cerebros, los proporcionará en el extranjero. 

Me dice el leopardo que España sólo va bien en deporte. Que dentro de poco tendremos que poner el nombre de Andrés Iniesta a un hospital o el de Rafa Nadal a un centro de día para ancianos.

En las alturas frías y heladas en que viven los leopardos del Himalaya, se ven las cosas desde otra perspectiva. Nosotros nos vemos únicamente nuestro ombligo, pero ellos nos ven la coronilla. Aún así creo que exagera, que queda mucha gente notable en España y que no hemos llegado todavía al momento de poner el nombre de Belén Esteban a un centro de exposiciones.

¿O tal vez sí?


6 comentarios:

  1. Lo que está claro es que la gente pública no constituye hoy día un gran ejemplo de ninguna de las posibles virtudes del hombre, aunque dicen que de los errores también se aprende.

    De lo que sí estamos bien surtidos es de mártires, no sé si habrán suficientes calles.

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    1. →natsnoC: buena idea, hombre, que pongan nombres con los errores españoles a las calles, para que no se nos olvide: calle de la corrupción política, plaza de la burbuja inmobiliaria, plaza de la injusticia hipotecaria...

      Así, a los mártires no se nos olvidaría, que es el gran peligro,
      Ug

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  2. Lo del ascensor es un buen ejemplo, aunque me pregunto ¿cuántas plantas tiene ese sótano?. En cuanto a las lumbreras de nuestro país, es evidente que les falta algo de inspiración, porque no se entiende que no exista ni una sola mente preclara que sea capaz de dar con una solución que no sea cortarnos hasta dejarnos mínimos.

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    1. → Pepe Cahiers: Bienvenido a esta casa. Nos sorprendería lo bajo que podríamos caer, lo malo es que sí que hay mentes preclaras que calculan cuántos pisos podemos aguantar en caída libre. Y todavía quedan.

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  3. Muy buena reflexión, Ug.
    Pienso que la vida política de este país no es más que otro reflejo de la sociedad que nos hemos "dejado construir". Es necesario dejar de pensar que se trata de una especie de maldición bíblica imposible de parar.
    La denostación de la política como actividad necesaria, loable y socialmente positiva viene del caciconeo del XIX, germinó durante el Franquismo, arraigó en el cambio de cromos de la mal llamada Transición y está floreciendo en nuestros días, lo que aparta de esta actividad a casi cualquiera que se considere honrado y capaz.
    Sí que hubo un brinzal de esperanza para la política en las primeras décadas del siglo XX, pero fue arrancado de raíz tras el resultado de la Guerra.
    Tengo la sensación de que mucha gente piensa que vive en la España de Punset y que no merece esta plaga de mediocres, cuando lo que realmente ocurre es que esto es la España de Los Morancos, y entonces todo concuerda.
    Estamos en proceso de maduración y el resto de países comparables nos llevan algún que otro siglo de ventaja en ésto y hace tiempo que pasaron por estas fiebres. Lástima que sea muy difícil escarmentar en cabeza ajena.
    Sobre la capacidad de descenso del ascensor no voy a decir nada para no desmoralizar más aún a la tropa, pero aviso que el efecto cíclico crisis-crecimiento-crisis ya no es una opción.
    Un abrazo.

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    1. →Larry: Ojalá viviéramos en la España de los Morancos, que nos reiríamos un poquico más. Creo que vivimos más bien en la España del Sálvame Deluxe, porque para nosotros la política es gritar y no escuchar.
      Si los daneses y los alemanes ya han pasado por estas fiebres, se explica que tengan ese mal humor.
      Un abrazo,
      Ug

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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