miércoles, 15 de junio de 2011

Los indignados en mi garaje

N. del A. Una plaza de garaje es también una plaza. ¿No? Dedico este relato a todas las personas que se reunieron en la Puerta del Sol y en la Plaza de Cataluña y en las otras plazas de todo el mundo para cambiarlo. O para intentarlo, o para recordarnos que tenemos que hacerlo entre todos, o.... en fin, a todas esas personas que ya han hecho más que yo para cambiar esta vida.
Opus 61
Llevaba tiempo queriendo cambiar de coche. El mío ya no me da las prestaciones que quiero. Sí, estoy cómodo y  funciona bien, pero no tiene DVD, ni navegador ni ayudas de estacionamiento. Además, ya no hace run run como a mí me gusta. Lo que me decidió fue que mi cuñado se ha comprado ahora un coche mucho mejor que el mío. Me sobra el dinero y ¿para qué lo quiero? Pues para estas cosas, digo yo. Si una cosa ya no me gusta, la tiro y me compro otra. El dinero hay que disfrutarlo, las cosas no. 

Así que entré en mi garaje decidido a llevarme mi coche viejo para venderlo y volverme con otro que me gustara más. ¿Y qué dirán ustedes que me encontré?

Me encontré un motín. Un motín mecánico.

Aquí estaban en orden de batalla.
Todas las piezas del automóvil estaban diseminadas por el garaje, en perfecto orden y en actitud hostil. No tenían intención alguna de hacer su trabajo. Me enfadé mucho por este desbarajuste, pero les recriminé en vano, ya que las piezas se negaron a componer el motor y hacer run run de nuevo.

 El Carburador tomó la palabra y me explicó, convencido de que hablaba en nombre de todos, que en su opinión podía irme a hacer puñetas, o a donde quiera, pero en cualquier caso, andando.

Me volví indignado a casa. Ustedes se hacen cargo, para mí es una situación intolerable. Son todas las piezas del coche una pandilla de vagos que quieren vivir a costa mía, sin funcionar. A la mañana siguiente me levanté temprano para ir al garaje a ver si ya se había pasado la tormenta, pero antes me llevé un gran disgusto al saber que la cafetera no se encontraba en su sitio.  Sin desayunar y con un humor de perros,  bajé al garaje y, para mi sorpresa, las piezas de la cafetera estaban también acampadas junto a las del coche. Y también las de la segadora de césped. Esta vez, el Carburador, ya como portavoz oficial del grupo, me entregó una lista de reivindicaciones: combustible de calidad, mantenimientos periódicos, limpieza diaria, un régimen de trabajo justo y suprimir los despidos por desfase tecnológico. Ah, y que me fuera a hacer puñetas. Ésta última era irrenunciable, parece. Por supuesto, no accedí a ninguna de sus absurdas peticiones, antes soy capaz de masticar los granos de café a cucharadas y de cortar el césped a golpes de kárate.  

Pasaron varios días sin que volviera al garaje revolucionario. En ese tiempo, tuve que soportar el abandono, uno a uno, de todos los electrodomésticos: el frigorífico, el microondas, el radio-despertador, la afeitadora... La más dolorosa de las defecciones fue la del televisor: cuando le vi abandonar su puesto en pleno partido de futbol de la Copa de Europa le dije completamente decepcionado y con lágrimas en los ojos: «¿Tú también, hijo mío?» Sin decir nada, el televisor se fue camino del garaje.

Una vez más, fue mi cuñado el que me obligó a actuar. Me llamó para contarme lo bien que hacía run run su coche nuevo, el muy imbécil, así que cuando se me enfriaron un poco las ganas de matarlo, bajé al garaje para poner fin a este sindiós. Abrí la pesada puerta manualmente porque el motor se había pasado ya a la Revolución. Me encontré todas las piezas perfectamente organizadas por afinidades y tamaños e integradas en diferentes comisiones con finalidades bien diferenciadas. Las piezas de tipo filtro se encargaban de las noticias del exterior; los enchufes y alimentadores, de los abastecimientos… y así todo, tenían comisiones de comunicaciones, de asesoría legal, de reciclado, de organización, de limpieza, de seguridad, de igualdad de oportunidades, de obsolescencias, de lucha de clases, de relaciones con la prensa… La Comisión de Negociaciones, presidida aún por el Carburador del auto, me recordó la lista de reivindicaciones, subrayando la de irme a hacer puñetas y me avisó que de allí no se  movían.

Salí a la calle y vi que los demás vecinos tenían problemas parecidos en sus garajes. Es la rebelión de las máquinas, el comunismo mecánico, la Toma de la Bastilla en versión electrodoméstica. Fui andando algunas horas hasta el centro de la ciudad, la ira me daba fuerzas. Contraté una cuadrilla de chatarreros y  me compré un flamante coche nuevo, mucho mejor que el de mi cuñado. También encargué electrodomésticos nuevos, incluido un magnífico televisor LCD. ¿No he dicho ya que me sobra el dinero?

El equipo de chatarreros entró en el garaje y preguntaron por el líder rebelde, ese al que llaman El Carburador. Ninguna pieza dijo nada. Pese al solidario y heroico silencio, lograron corromper a la máquina de coser para que delatara al Carburador con un beso, a cambio de treinta agujas de plata.  Así lo hizo y los chatarreros recogieron todas las piezas de las máquinas y electrodomésticos y las llevaron a reciclar. La máquina de coser también: Roma no paga a traidores. 

Ufano por la victoria, me subí en mi nuevo cochazo para enseñárselo al insoportable de mi cuñado. Accioné el contacto, pero no hacía run run.  ¿Era posible una avería tan pronto? ¿He hecho yo algo para merecer este castigo? Por sorpresa, la pantalla del navegador del automóvil se encendió y me asusté. El motor seguía sin hacer run run y en la pantalla del navegador sólo se podía leer esta frase:

« ¡VETE A HACER PUÑETAS

8 comentarios:

  1. Cierto es que podemos cambiar el mundo si lo hacemos entre todos y empezando con uno mismo. La frase final del navegador es muy divertida

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  2. →Layna: efectivamente, algo así es lo que quería decir, que hay que cambiar el mundo pieza a pieza.
    Un saludo,
    ug

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  3. pues yo pensaba que las piezas de tu coche se emancipaban...;-)

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  4. →Kira: lo siento, Kira, el final es pesimista, lo sé, creo que al final a todos nosotros nos van a hacer lo mismo: llevarnos a reciclar. Contigo no sé qué harán, a mí, como soy blanquito y carnoso, me convertirán en hamburguesas del McDonald.
    Un saludo,
    ug

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  5. Que imaginación madre mía. ajajajaj

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  6. →Montse: nada de imaginación, es la vida misma.
    ug

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  7. YO SOY TU OTRO CUÑADO, NO EL IMBÉCIL,SINO EL MARIDO DE CAMPANILLA.
    ESA REVOLUCIÓN DE LAS PIEZAS DE TU COCHE, Y DE TUS ELECTRODOMÉSTICOS ESTÁ MUY BIEN.
    NOS PARECE QUE EL FINAL DEBERÍA SER ALGO MÁS OPTIMISTA, PERO TU MEJOR QUE NADIE CONOCES A TUS CACHARROS.

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  8. →el otro cuñado que no es imbécil: ja, ja,ja, efectivamente no es muy optimista, pero me alegra verte por aquí.
    UG

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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