viernes, 24 de febrero de 2012

Durmiendo con su enemigo

N. del A. El título de la entrada de hoy hace referencia al hecho de que a los funcionarios de policía que nos apalean en las manifestaciones los pagamos nosotros. Ellos son parte de nosotros también, pero no los controlamos. Como el marido maltratador de Julia Roberts en la película "Durmiendo con su enemigo". Y también a las declaraciones del jefe de la policía valenciana llamando enemigos a los manifestantes.

Año III, opus 92

26 detenidos en el cuarto día de protesta contra los recortes en educación

La concentración convocada en el instituto Lluís Vives se extiende a toda la ciudad

Dos centenares de alumnos se reúnen en asamblea en la Facultad de Geografía e Historia

 /  /  /  Valencia 21 FEB 2012 - 17:17 CET
























En estos días hemos contemplado las imágenes en las que se veía a la policía española (sí,la nuestra) repartiendo porrazos a diestro y siniestro. En Valencia se protestaba por los recortes presupuestarios en Educación, pero parece ser que a la hora de repartir golpes la Administración no repara en gastos. Da la sensación de que los agentes se han desahogado a gusto con una barra libre donde han golpeado a menores y a mayores. Los responsables políticos también se han desahogado llamando "enemigos" a los manifestantes y justificando la represión más o menos con un "porque sí". 

La policía alega que hubo agresiones, insultos y vejaciones a los agentes. Eso es delito en España, estamos de acuerdo, pero hemos visto en los videos a agentes golpear a manifestantes que no ofrecían resistencia ni estaban en ese momento cometiendo delito alguno. Si antes habían cometido un delito, aunque sea un delito de genocidio, se les podía haber detenido sin majarlos a palos. 

La policía debe actuar contra los que están deliquiendo, no contra los que están protestando. Protestar no es delito en España. Quemar un contenedor es delito y está muy feo, pero gritar en la calle para pedir una Enseñanza digna no lo es. Comprendo que sea difícil el trabajo de las fuerzas antidisturbios, pero eso no me parece excusa para que nos zurren de forma indiscriminada. Como hay muchos vídeos en la red para poder ver, sólo voy a incluir uno que es precisamente de los menos violentos, pero sí significativo:



El agente le sopla un guantazo a un chaval que no estaba haciendo nada de nada. Eso en España también es delito. No me imagino ninguna razón para no expedientar de oficio a ese funcionario . 

Lo peor es que a estas personas les pagamos nosotros. Y a los que han dado la orden de disolver las manifestaciones con sangre también. 

La Historia es un péndulo, parece que la vida viaja en un sentido y de pronto vira y se desarrolla en el sentido contrario. El veinte de noviembre pasado, día de las últimas elecciones generales, hacía 36 años que murió Franco que, por cierto, también gobernó durante 36 años. No sé qué opinan ustedes, pero parece que el péndulo ya ha dado la vuelta en la dirección opuesta a la tolerancia y la libertad. 

Yo, un demócrata trasnochado, un retroprogre y un hombre de bien, estas cosas no las quiero ver ni en mi país ni en ningún otro. 


sábado, 18 de febrero de 2012

La Guerra de las Hormigas

N. del A. Hoy les propongo otra situación doméstica, a ver si ustedes, que son tan vivos, encuentran cuál es la moraleja de esta historia. Si la encuentran, díganmela, que yo no soy tan vivo. 
Año III, opus 91
Al principio de llegar a esta casa donde vivo no estuve solo. Mi casa era la razón social de un hormiguero de modestas proporciones compuesto por miles de hormigas tenaces y batalladoras que, seguramente por ser educadas comunitariamente por su sociedad sin el modelo de una madre y un padre, exhibían un comportamiento absolutamente intolerable para un humano como yo. 

Tenía el hormiguero varias salidas por los azulejos de la cocina y por el rodapié del salón, de manera que podían acceder fácilmente a los restos de comida que mis hijos abandonaban indolentemente en contra de mis esfuerzos por enseñarles que en la guerra nunca se abandonan los recursos a merced del enemigo. En tan sólo unas horas,  las malvadas hormigas trazaban un detallado plan de acceso a la comida y lo ejecutaban con precisión suiza.  Desarrollaban una ordenada y admirable cadena de hormigas donde todas trabajaban como si fueran una sola. No parecían hormigas españolas. 
Tenían la misma predilección por los donuts que yo. Entonces, ¿porqué
no pesaba cada una de ellas noventa kilos? ¿Es que los donuts engordan
más a los homínidos que a los himenópteros?
En mis relaciones con el reino animal me rijo por el criterio de la reciprocidad. Yo no me alimento de leones y exijo por lo tanto a los leones no me devoren a mi. Tendría toda la razón del mundo un cordero lechal que pretendiera comerme las costillas, porque no haría otra cosa que ser recíproco conmigo. Con las hormigas exijo que se atengan al mismo criterio: yo no me introduzco en su hormiguero acompañado de diez mil amigos míos a deambular por él en busca de comida. Este mismo comportamiento es lo que les pedía a las hormigas. 

Dejemos aparte el debate de quién llegó primero, porque sólo es estéril demagogia. Yo, al contrario que ellas, tengo  un contrato legal de alquiler y   la comida la he pagado yo y es mía. Como buen eurocomunista que soy, considero una injusticia la existencia de la propiedad privada siempre que no me toquen lo que es mío. La conducta atrevida y hostil de las hormigas y sus reiteradas violaciones de mi soberanía territorial constituyeron  fundamentalmente la razón de la declaración de guerra.

En primer lugar, seguí la táctica de la tierra quemada para vencer al enemigo privándole de sus recursos. Guardaba concienzudamente la comida, eliminaba cuidadosamente todos los restos y limpiaba los suelos con productos especiales. Daba igual, cualquier descuido provocaba un desaforado ataque de las hormigas y se formaban de nuevo las caravanas del expolio. 

En una segunda fase, inicié la guerra química. Los insecticidas más potentes del mercado combinados con selladores para tapar los agujeros. Incluso urdía trampas con azúcar envenenada. Cada verano, renovaba las operaciones en forma de guerra preventiva, al más puro estilo de G.W. Bush. Fue inútil, siempre volvían. 

En la última fase de la guerra, me empleé a fondo en el cuerpo a cuerpo y la guerra de guerrillas. Espiaba agazapado detrás de una silla a que pasaran las hormigas exploradoras que, con insolencia y osadía, se internaban despreocupadamente por la casa. Las capturaba vivas, para interrogarlas. Las torturaba despiadadamente para que confesaran dónde estaban las entradas al hormiguero, pero jamás obtuve de ellas ni una sola información. Sólo su nombre y su rango. Un valor así no se ha visto nunca en ejército alguno. 

Cuando ya había abandonado la idea de vencer al enemigo por medios militares y acariciaba la idea de una solución negociada, las hormigas abandonaron mi casa. Desde hace más de un año no aparecen, ni siquiera las exploradoras. Las costumbres se vuelven a relajar y de nuevo podemos vivir como guarros arrojando sin aprensión las mondas de fruta al suelo. Las extraño mucho. A veces me escondo para vigilar la basura con la esperanza de que vuelvan a aparecer.  Parece que nada hermana más que el odio mutuo.

Sólo ahora he sabido lo que ha pasado. Nada había podido con ellas, ni la guerra química, ni la traición ni la tortura. Sólo la crisis económica las ha vencido: el hormiguero ha declarado el cierre patronal y todas las hormigas han sido despedidas de su empleo. Ahora estarán pasando los lunes al sol, disputando en el parque las migas de pan a las palomas. Ignoro cuánto de culpa tengo yo de su desgracia,  pero aunque las combatí con todas mis fuerzas, ahora estoy dispuesto a donar parte de mis desperdicios para que las hormigas tengan una caja de resistencia. 

Y les pido reciprocidad, que el día en que yo perdiere mi empleo, ellas me ayuden trayéndome miguitas de pan robadas a las palomas.


miércoles, 15 de febrero de 2012

Despertador Canalla

N. del A. Hoy voy a hablarles de un tema trivial y doméstico que les sucede a todos ustedes. No voy a hablar sobre esa reforma laboral que si el propio gobierno califica de agresiva, cómo la vamos a calificar nosotros. No sé si prefiero el autoengaño terminológico del gobierno anterior o la castellana crudeza de éste. 
Año III, opus 90
El artefacto más odiado que hay en mi casa es el despertador. Al contrario que el retrete, que sólo cosecha alabanzas, especialmente en momentos de urgencia, el despertador es denostado y aborrecido sin ningún paliativo. Que no es un hecho casual lo demuestra el que las injurias hacia él se produzcan de forma periódica y siempre a la misma hora.

Sé que ustedes que me conocen esperaban de mí un artículo sobre la amabilísima reforma laboral que el viernes pasado nos fue otorgada en forma de Real Decreto Ley, porque saben que todas estas cosas me centrifugan el alma. Y puede que también esperaran, conocedores de mi afición por las analogías, alegorías, metáforas, semblanzas y prosopopeyas que aprovecharía las más que evidentes similitudes que hay entre un despertador y un gobierno


No es así, hoy no vengo a hablar de política, sino a traer un episodio de dibujos animados. Efectivamente, mi despertador lo he elegido yo, para servir a mis intereses, yo lo he pagado y yo lo mantengo a diario, de la misma manera que los ciudadanos hacemos con nuestro gobierno. He de decir también que yo   perfectamente lo que va a hacer el despertador al día siguiente tanto como que no nos puede llevar a ninguna sorpresa lo que va a hacer el Gobierno, porque todos lo sabemos. Y sin embargo, ...


... al día siguiente, tanto el despertador como el gobierno nos joden.


No escarmentamos, sabemos lo que va a pasar un día tras otro y nos llevamos el disgusto sin excepción. Tengo que decirles, sin embargo, que al menos mi despertador puedo machacarlo con un martillo si quiero. O comérmelo. O desenchufarlo.


Lo siento, pero yo no venía a hablar del Gobierno, sino de mi despertador. Les traigo un magnifico episodio de La Pantera Rosa, donde sufre las mismas torturas que yo por las mañanas. Mi despertador... Ese artefacto que ha aprendido a sobrevivir perfectamente en atmósfera de vilipendio y que ya he programado para que mañana me despierte a las cinco y media... 


...con un nuevo Decreto-Ley.


lunes, 13 de febrero de 2012

Madrid dos mil veinte, jamón, flamenco y cama caliente

N. del A. Hay que ver la ilusión que les hace a algunos la candidatura a los Juegos Olímpicos de 2020. Digo "algunos", porque realmente conozco pocos. Debe ser que me rodeo sólamente de tristes y desdichados que, aunque reconocen que es mejor organizar unos Juegos que un auto de Fe,  saben también que la ciudad no tiene el alma para abalorios.
Año III, opus 89
A muchos ciudadanos les disgusta el logo. A mí me da lo mismo,
sinceramente.
Yo no cambio una salida al cine un sábado por un partido de fútbol en la televisión, por muy partido del siglo que sea, de esos que cada año tenemos seis. Aún así, a mi me gusta ver el deporte por la tele, sobre todo los Juegos Olímpicos. Me complace encender la pantalla y encontrarme a unos buenos mozos y mozas subidos en unos cajones mordisqueando una medalla y escuchando aplausos. Si se emocionan, es que han acertado a entonar en la megafonía su himno nacional o es que la medalla que muerden les ha salido picante, como los pimientos de Padrón. Si se ríen es que se han vuelto a equivocar de himno, como nos pasa a veces o que les da el subidón de adrenalina en el momento más inoportuno.

Y sí, estaría bonito ver esos Juegos en Madrid. Con mucha ilusión esperaba yo el fallo del Comité que decidió la ciudad que organizaría los juegos del 2012, porque sabía que el Ayuntamiento de Madrid se había gastado un dineral en diseñar futuras instalaciones, parques, vías de comunicación e infraestructuras hoteleras. Y también en organizar las visitas de los delegados del COI, invitarles a flamenco, jamón y a calentarles la cama en el hotel. 

Vaya chasco escuchar el nombre de Londres. Seguro que no les ofrecieron mejor jamón, aunque no opino sobre si les calentaron mejor la cama. Madrid se quedaba con la ilusión intacta y una deuda pública más que regular a causa de los gastos de querer y no poder.

Así que con menos ilusión esperaba el fallo del Comité que debía elegir la ciudad para los juegos de 2016. Madrid se gastó un dineral en ejecutar algunos de los diseños que se presentaron en el concurso anterior y a los delegados que vinieron de visita se les ofreció más jamón, más flamenco y camas más calientes. 

Seguro que Río de Janeiro no les ofreció mejor jamón, aunque en este caso puede que las camas fueran calientes de veras. Madrid se quedó con la ilusión intacta y una deuda pública ya con grado de escandalosa. 

Ahora con poca o ninguna ilusión contemplo la candidatura para el 2020. Ahora que los proveedores del Ayuntamiento llevan tiempo sin cobrar, ahora que la señora alcaldesa ha propuesto que los ciudadanos nos presentemos voluntarios para atender servicios municipales gratis, ahora que se ha reducido la prestación de servicios públicos como la limpieza, ahora que se reducen la inversiones en colegios públicos, ahora que...

...ahora que se pide a todos los madrileños austeridad y solidaridad con los afligidos poderes públicos, vamos a contemplar cómo endeudamos más las arcas para agasajar con más flamenco, mejor jamón y camas a punto de ebullición a los volubles delegados del COI.

Podrán acusarme de ser un estrecho de miras, de no ver que estos sacrificios de ahora traerán prosperidad después. Podrán acusarme de ser un hipócrita que sólo ve derroche cuando las vacas son flacas y no cuando estaban gordas. Podrán acusarme de ser un demagogo, porque criticar a los poderes públicos en estos tiempos es muy fácil. Podrán acusarme de...

¡Bueno, basta ya de acusarme! Yo sólo estaba escribiendo un post en mi blog...

Pero yo les propongo que en vez de jamón, a los delegados se les ofrezca bocadillos de mortadela y que duerman en colchonetas en los duros suelos de los colegios públicos, como las Juventudes del Papa. Que en vez de flamenco,  les pongan el video de los 20 Greatest Hits de la campaña electoral. Y que les lleven de visita andando por las calles medio barridas a ver las instalaciones deportivas de los colegios públicos. 

Y si quieren dormir calientes, que lo digan y les damos una paliza. Pues buenos somos por estos barrios cuando se nos comen el jamón.

lunes, 6 de febrero de 2012

Córtate los tuyos

N. del A. El día 4 de febrero se celebró el Día Internacional contra la Ablación Genital. Como siempre, tienen que explicarnos las cosas con días internacionales y otras farándulas. 
Año III, opus 88
Waries Dirie y Manon von Gerkan
presentan esta campaña. 
He empezado a escribir esta entrada a las 16:30:05. Se dice que en el mundo se mutila una niña cada 11 segundos, por lo que a esta altura de mi escrito ya habrán mutilado a otra. Unas seis mil al día. 


Como todos los días internacionales de algo, sirven para que los blogueros parezcamos sensibles denunciando estos temas, para que la prensa llene unas páginas o unos minutos y para que los políticos hagan algunas declaraciones muy oportunas. ¿Y para algo más?


El párrafo anterior me ha costado otros 22 segundos, ¿saben qué quiero decir? El caso de la mutilación femenina es el típico tema de debate sobre los límites de la interferencia de una cultura en las tradiciones de otra. ¿Hasta qué punto debe una cultura respetar las costumbres de otra por bárbaras que le parezcan? Las personas que nuestra cultura considera "de bien" pensamos que esto sí que  cruza el límite, que algo habrá que hacer ... ¿o no?, deprisa que ya llevo otros 44 segundos. 

Como todas las campañas, deben ir dirigidas a quienes tengan que hacer algo. Diríamos que todos, pero especialmente habría que dirigirse a:

Las propias mujeres que sufren la mutilación genital.
Como tantas veces son ellas las motoras del cambio social. Sí, porque además de víctimas son promotoras de continuar la tradición, bien por ignorancia, bien porque teman más la exclusión social de su hija que el daño infligido. Para ellas propongo el lema de la campaña : ROMPE LA CADENA



Los líderes religiosos
Me refiero concretamente a los responsables de mantener estas interpretaciones de El Corán, que no son todos y que viven mejor en una sociedad castrada. Y para aquellos líderes sociales que ejercen la presión "de lo que es correcto" dentro de su localidad. Para ellos propongo que la campaña tenga el lema muy clarito: CÓRTATE LOS TUYOS.


Los líderes políticos.
Esta práctica no está prohibida en todas partes. En Egipto, país de notable influencia europea sólo lo está desde hace tres años y sólo se establece una pena máxima de dos años cárcel para quien practique esta barbaridad. No basta con escribir una ley en la barra de hielo, hay que elegir entre ponerse de parte de la tradición o de las niñas. Para ellos, el lema de la campaña: PONTE LAS PILAS

Les dejo con un enlace de la noticia sobre este tema, si quieren ver más. Son las 17:02, he tardado 32 minutos, o sea 1.920 segundos. Dividan entre 11.

sábado, 4 de febrero de 2012

La Generación Perdida en los mejores Cines

N. del A. Está de moda hablar de la Generación Perdida, la de nuestros hijos que, según los más pesimistas, van a pasarlas canutas. Hay que ser muy negligentes para perder una generación entera y parece que la nuestra lo sea.

Año III, opus 87
Resumo en pocas palabras la situación social de la juventud española:
  1. Casi la mitad de nuestros jóvenes no encuentra trabajo. 
  2. La otra mitad gana cada día menos en trabajos cada vez más precarios
  3. Las ayudas para vivienda se reducen y los créditos bancarios se endurecen.
  4. Los servicios sociales que antes eran gratuitos dejarán de serlo
Por esta razón se empieza a hablar de la Generación Perdida. Una generación, la de nuestros hijos que no va a poder disfrutar del maravilloso estado del bienestar que estaban construyendo sus padres cuando la crisis escapó de los Infiernos. 

¿Dónde estará la Generación Perdida? ¿Cuál es su misterio inexplicable? ¿Cuándo podremos recuperarla? Si hemos perdido una generación, busquémosla. Nadie sabe dónde la ha puesto, no me explico cómo hemos podido ser tan irresponsables como para perder de vista la generación de nuestros hijos. Pongámonos ahora mismo a buscarlos y para ello, demos un repaso a los  precedentes. 

La batalla fue en Turquía y tan juntitos estaban que
se perdieron todos a la vez como lechones.. Los unos
por los otros, 
llegaron hasta China.
Puede ser que a esta generación perdida le haya ocurrido lo mismo que a la Legión Perdida de Craso. Un ejército romano que luchó contra los Partos (como Malthus) en la batalla de Carras, que andando, andando, se salieron del camino y se perdieron tontamente. Aparecieron, según se cuenta, en la China, nada menos. Un «pequeño» despiste colectivo que afectó simultáneamente a diez mil hombres y se conoce que ninguno se percató de que se estaban perdiendo o la indolencia les impidió levantar la mano para avisar. Puede que a nuestra despistada juventud le haya sucedido esto mismo y haya que buscarla en las tiendas de los chinos, perdiendo el tiempo indolentemente, aunque yo sé desde que surgió el Movimiento 15-M que aún quedan chicos y chicas capaces de levantar la mano para advertir del desastre.

Nuestros nenes son más guapos que este eslabón perdido,
que por lo feo que es, más que perdido, seguro que fue

 abandonado.
También puede ser que la generación perdida sea como el Eslabón Perdido (dícese de la forma transicional en la evolución de los homínidos, precedente inmediato del homo sapiens). Nuestros adolescentes son exactamente así, eslabones perdidos, son muy monos, pero aún no son hombres. Y si les falta esta hombría (o mujería, habrá que inventar el equivalente femenino) se lo deben tanto a la edad como a los sucesivos planes de estudios que cada gobierno impone para su propio provecho ideológico. Se consigue así una generación educada bajo mínimos, poco más que «las cuatro reglas» que recibieron nuestros padres. Para encontrar nuestra Generación Perdida tendremos que excavar en Atapuerca.

Dicen que el idioma Navajo y el hebreo se parecen
y es cierto: los dos me suenan a chino.
Y por qué no pensar que les sucediera como a las Tribus Perdidas de Israel, que, según los ingenuos europeos de hace unos siglos se fueron a hacer el indio a América veinticinco siglos antes de que los pudieran encerrar en el centro de Inmigración de la Isla de Ellis, en Nueva York. Los ingeniosos europeos de hoy se enriquecen vendiendo libros donde revelan el misterio. Esa es la solución, la charlatanería, el vender el humo, el misterio y la nada. Nuestros jóvenes pueden haber seguido esta vocación y tal vez hayan emigrado a América,  puede que estén enseñando sus diplomas universitarios y sus cursos de postgrado por esas praderas del Oeste Americano o jugándoselos al 15 rojo en los casinos de Las Vegas. No sé qué prefiero.

Hagamos lo que sea para encontrar esta generación. Sabremos recompensar a quien nos muestre su paradero. No es que esta generación que nos sucederá tenga mucho valor en metálico, tiene sobre todo un valor sentimental: son nuestros hijos.

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