N. del A. Deliberadamente utilizo incorrectamente el término Friqui, que en puridad se refiere a aquellos que frecuentan determinadas aficiones relacionadas con ciencia ficción, cómics, etcétera. Lo utilizo en el sentido que se le da entre los adolescentes, quienes llaman friqui a los compañeros de clase denominados "raros". Muchísimas cosas les parecen raras: en general, todo lo que nos gusta a los padres, es de friqui.
Año III, opus 96
Dice que mi hijo mayor que soy un friqui porque escribo en un blog y creo que tiene razón. Por si no lo habían notado, confieso a ustedes que escribo en un blog y me parece éste un buen medio para confesarlo. Pero hay más:
Desde su visión juvenil, un friqui es sinónimo de pringao, de persona apocada que no sigue la corriente general o no puede seguirla. Un chico raro que estudia antes de los exámenes. Un firme candidato a recibir a la salida de clase una ración de pescozones o a alimentar con su bocadillo a los bravucones del instituto. Alguien que se empeña en mantener aficiones raras y con los que no se puede contar para las salidas divertidas, pero que son imprescindibles a la hora de conseguir apuntes de clase.
Yo pertenezco a un inmenso grupo de ciudadanos pringaos, puede que muchos de ustedes también. En esta España que me tiene tan preocupado, todos nos sentimos raros y miramos con temor a nuestro alrededor por si nos cruzamos con los temidos bravucones.
España entera es friqui. Parece como si en la Unión Europea todos los bravucones estuviesen esperando a España a la salida de los Mercados para darle una ración tras otra de pescozones, cogotazos, cachetes, mojicones, cates, soplamocos, tortazos, porrazos, guantadas, trompadas, moquetes, remoquetes y bofetadas.
Portugal, Irlanda y Grecia agachan la cabeza contra la pared del patio, porque ellos ya han recibido lo suyo y, humana condición, no les parece mal que se otros compartan su desdicha. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Los bravucones especuladores terminan con las manos doloridas de alternar el reparto con el de atesorar dinero. La directora, Fraü Merkel y el jefe de estudios, Mr. Sarkozy, no están dispuestos a acabar con la violencia, porque de alguna manera se están beneficiando también.
No sólo nos pegan, también nos quitan el bocadillo. Esta mañana he leído en el periódico que se anunciaban más recortes en Sanidad y en Educación (¿más?) y se prevé empezar a cobrar por servicios públicos que ahora eran gratuitos. También que se prevé modificar el código penal y la ley de Huelga para evitar protestas que resulten incómodas. Dentro de poco tendremos que pagar por los porrazos que nos den los guardias (¿habrá bonos de diez?)
Tenemos aficiones que son cada vez más raras, como la de leer o escribir, y algunas que siguen siendo funestas después de doscientos años, como la de pensar. Unos pocos tenemos blogs (unos pocos de cientos de miles, se entiende) donde podemos escribir lo que queremos, aprovechando que es gratis. Todavía...
Pero nos queda un consuelo, y es que nos necesitan. Nos pedirán los apuntes de clase, o lo que es lo mismo, nuestro voto. Y nosotros, felices y gozosos, haremos uso de nuestro derecho cívico de votar con la ilusión de quien se sabe poseedor del poder de cambiar las cosas. Votaremos pensando engañados que participamos en la toma de decisiones que nos afectan, cuando lo único que hacemos es seguir las pautas que nos imponen los gamberros del patio.
Tiene razón mi hijo, soy un friqui incorregible. Y un pringao de marca mayor.
Desde su visión juvenil, un friqui es sinónimo de pringao, de persona apocada que no sigue la corriente general o no puede seguirla. Un chico raro que estudia antes de los exámenes. Un firme candidato a recibir a la salida de clase una ración de pescozones o a alimentar con su bocadillo a los bravucones del instituto. Alguien que se empeña en mantener aficiones raras y con los que no se puede contar para las salidas divertidas, pero que son imprescindibles a la hora de conseguir apuntes de clase.
Yo pertenezco a un inmenso grupo de ciudadanos pringaos, puede que muchos de ustedes también. En esta España que me tiene tan preocupado, todos nos sentimos raros y miramos con temor a nuestro alrededor por si nos cruzamos con los temidos bravucones.
España entera es friqui. Parece como si en la Unión Europea todos los bravucones estuviesen esperando a España a la salida de los Mercados para darle una ración tras otra de pescozones, cogotazos, cachetes, mojicones, cates, soplamocos, tortazos, porrazos, guantadas, trompadas, moquetes, remoquetes y bofetadas.
Portugal, Irlanda y Grecia agachan la cabeza contra la pared del patio, porque ellos ya han recibido lo suyo y, humana condición, no les parece mal que se otros compartan su desdicha. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Los bravucones especuladores terminan con las manos doloridas de alternar el reparto con el de atesorar dinero. La directora, Fraü Merkel y el jefe de estudios, Mr. Sarkozy, no están dispuestos a acabar con la violencia, porque de alguna manera se están beneficiando también.
No sólo nos pegan, también nos quitan el bocadillo. Esta mañana he leído en el periódico que se anunciaban más recortes en Sanidad y en Educación (¿más?) y se prevé empezar a cobrar por servicios públicos que ahora eran gratuitos. También que se prevé modificar el código penal y la ley de Huelga para evitar protestas que resulten incómodas. Dentro de poco tendremos que pagar por los porrazos que nos den los guardias (¿habrá bonos de diez?)
Tenemos aficiones que son cada vez más raras, como la de leer o escribir, y algunas que siguen siendo funestas después de doscientos años, como la de pensar. Unos pocos tenemos blogs (unos pocos de cientos de miles, se entiende) donde podemos escribir lo que queremos, aprovechando que es gratis. Todavía...
Pero nos queda un consuelo, y es que nos necesitan. Nos pedirán los apuntes de clase, o lo que es lo mismo, nuestro voto. Y nosotros, felices y gozosos, haremos uso de nuestro derecho cívico de votar con la ilusión de quien se sabe poseedor del poder de cambiar las cosas. Votaremos pensando engañados que participamos en la toma de decisiones que nos afectan, cuando lo único que hacemos es seguir las pautas que nos imponen los gamberros del patio.
Tiene razón mi hijo, soy un friqui incorregible. Y un pringao de marca mayor.
snif... para mi friqui es otra cosa. Lo que tu describes es un pringao en toda regla y no lo veo de gran sinonimo yo. Lo que si puedo decirte es que estoy totalmente de acuerdo contigo: esperan nuestros movimientos para darnos hasta en el carné. Lo que me cabrea, es que no seamos capaces de jugar a otra cosa en este patio donde mandan dos....
ResponderEliminar→Kira: tienes razón, un empollón no es lo mismo que un friqui, pero es cierto que los chavales llaman friquis a los empollones o a cualquiera que lo parezca.
EliminarHabrá que juntarse los más débiles un día y darles una paliza a los chulos del patio.
Un abrazo,
Ug
Recuerdo perfectamente un día en que mi hermano, con la autoridad que le daba ser uno de los malotes de clase y con la indecencia de sus notas que no aprobaban ni siquiera la religión o la gimnasia, explicaba muy sucintamente que su amigo Jose Luis era un pringado.
ResponderEliminarMi padre, leyendo el periódico, levantó la vista de sus gafas y preguntó a mi hermano cuáles eran las características principales de un pringado en toda regla.
Después de la descripción y mirando a su hijo, con una cuarta de pelo sobre sus hombros y cara de resacón del quince un lunes por la mañana, no pudo mejos que exclamar.
-¿Así que un pringao es uno que saca sobresalientes, estudia como un condenado, no sale los fines de semana ni se coge una cogorza y luego seguramente se hará ingeniero y ganará un pastón?. ¿Eso es un pringao?.
Pues que vivan los pringaos!!!!
→Azaria: ja, ja, qué vivan los pringaos. Pringaos del mundo, uníos.
EliminarUn abrazo,
Ug
Pues lo has expresado muy bien, más claro agua.
ResponderEliminarTenemos los apuntes y los regalaremos como siempre a cambio de poder saludar a al más popular del cole.
→Montse: Pues sí, todavía no sé que tienen esos tan populares que siempre vamos tras ellos.
EliminarDeberían venir ellos detrás nuestra, que nosotros tenemos jamón.
Un abrazo,
Ug
No veo yo esa relación entre empollón y friki, pero no me impide estar de nuevo de acuerdo con lo que comentas. Sigo sin entender esta vez qué demonios está pasando y por qué esa pandilla de abusones llamada "mercado" nos ha cogido manía.
ResponderEliminar→natsnoC: como le respondía a Kira, oigo a mis hijos llamar friquis a los que antes llamaríamos empollones. Cuando decía que yo era un friqui, creo que me comparaba con alguno.
EliminarSí, los abusones son los mercados y no nos tienen manía, sólo ven en nosotros un monedero abierto. A ver si lo cerramos y les pillamos los dedos.
Un abrazo,
ug