(N. del A: Yo era de los que siendo niño me gastaba los dos duros que me daban después de misa en el DDT, en vez de comprar chuches o ahorrar para la entrada de un piso. ¿Qué he ganado? Hoy tengo caries igualmente y encima vivo en un piso de alquiler)
Éste era el trato. Yo acompañaba a mis padres y a mi abuela a Misa y después me iba con diez pesetas a comprar el DDT. Aclaración para impúberes, el DDT, además de un insecticida que hacía menos daño a los piojos que a su huésped, era una revista juvenil, con historietas dibujadas, o lo que es lo mismo, un tebeo. De aquella época - dichosa edad y siglos dichosos…- eran también Tío Vivo, Pulgarcito, Mortadelo,…
Siempre han sido mis favoritos los personajes de F. Ibáñez, pero también lo eran los de Vázquez o los de Escobar, Rovira, etc. Mi padre me animaba a comprar el tebeo, entre otras cosas porque también lo leía él. Hoy en día, señoras y señores bloguícolas, uno no encuentra tebeos en los quioscos. Tan sólo en las grandes superficies se puede encontrar álbumes y recopilaciones de Mortadelo y Filemón (Mort & Phil, si es usted anglosajón), Súper López y a veces Zipi y Zape. Lo que denuncio aquí es que nuestros hijos no pueden/no quieren ir al quiosco a comprarse la revista. Los videojuegos, la televisión e Internet son una competencia dura y desleal y el Mercado, por lo tanto, no considera la posibilidad de vender papeles a los chavales.
Aquellos tebeos crearon personajes que ya no se ven tal cual en la calle, aunque permanecen en nuestra memoria como arquetipos. El sastre que espera detrás de una esquina con una factura y un garrote, el guardia del casco, porra y silbato impolutamente blancos, el tiránico director de una oficina, el adolescente que trabaja de botones, el ladrón que no se quitaba el antifaz ni para dormir, niños que anhelaban una bicicleta como recompensa, hombres del campo que nunca habían visto la gran ciudad…
- Un lector impúber: Le entiendo, créame, pero le agradeceré que deje de darme golpecitos en el hombro y que no me hable con conmiseración, sólo porque yo no leo tebeos. ¿No se acuerda de cuando usted tenía mi edad y le decían con el mismo aire de condescendencia los mayores de entonces: «Hijo, tú no has conocido el mayo del 68»?
- El autor: Discúlpeme, querido imberbe. Tiene usted razón, tal vez por eso ahora me aburre ovinamente la rebolica del 68. Pero es muy humano heredar los vicios de nuestros mayores. Heredar las virtudes debe ser menos humano, porque pasa menos. Leer tebeos no nos hace mejores ni peores, simplemente le hablo de nostalgia, como la que sentirá usted, joven pisaverde, cuando le explique a sus hijos qué era eso del Twitter.
Todo esto viene a cuento por la película que recomiendo hoy, El Gran Vázquez. Gran historietista y granuja de marca mayor. Buena película y divertida, mantiene el ambiente propio del tebeo, véase la editorial donde trabajó, que recuerda mucho a la redacción de El Botones Sacarino, con su director y todo. No se la pierdan, estén atentos a los detalles visuales, ríanse y disfruten.
(El Gran Vázquez. 2010. Tornasol Films/ Distinto Films, dirigida por Óscar Aibar)
(El Gran Vázquez. 2010. Tornasol Films/ Distinto Films, dirigida por Óscar Aibar)
Eso sí, si después de ver la película, alterados y emocionados por lo que han visto, deciden ir su pareja y usted a celebrarlo a un hotel - cena en la habitación con champán y bombones - por favor, paguen la cuenta. En aquella época no existían las bases de datos de morosidad, hoy en día sí y funcionan. A los hoteles de hoy ya no les importa si están ustedes casados por la Iglesia, pero sí se fijarán en que la tarjeta sea válida.
- El lector impúber de nuevo: Otra vez me está dando consejos y golpecitos en el hombro. Es usted incorregible.
- El autor, el mismo de antes: Es verdad, le ruego que me disculpe de nuevo. Es que no quisiera que aprendiera usted el modus vivendi de Vázquez, que era el de consumir y consumir y luego no pagar, no pagar, como el caso que le expongo del hotel. Dar sablazos a todas horas y adeudar facturas a todo el mundo, o lo que es lo mismo, vivir por el lado de fuera del precipicio.
Lo que me ha preocupado de la película es lo siguiente. Según se dice en ella, por deudas con la editorial, el bueno de Vázquez estuvo veinte años sin poder publicar sus personajes, que eran dibujados por autores anónimos. Esto significa que todos los tebeos que leí de él, desde Anacleto Agente Secreto a la Abuelita Paz, no fueron dibujados por él. Pero las 10 pesetas sí que eran mías, así que me considero engañado y creo que debería reclamar la parte proporcional de los dos duros que me suplantaron.
- El lector impúber, que aún no se ha acostado: ¡Pero bueno! ¿Se reía usted o no? Si se reía, déjelo estar, que bien pagado está el dinero entonces. ¡Qué más da si lo hizo uno u otro!
- El autor que contesta siempre: De acuerdo, una vez más. Es la nostalgia, la que habla por mi boca. Puede que me esté haciendo mayor. Lo noto en que le doy a usted la brasa con mis nostalgias y en que cuando voy a los reconocimientos médicos de la empresa ahora me preguntan si mis micciones son placenteras.
- La madre del lector impúber: ¡Niño! ¡Tómate el cola cao y a la cama!
- El autor que nunca se cansa de contestar: No le entretengo más, si puede vea la película y si se acuerda, lea tebeos en la biblioteca de su barrio.
¡Vaya con el niño! ¿Pues no me daba lecciones? ¡El colmo!
Guay
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