sábado, 30 de octubre de 2010

La caja de los recuerdos



N.del A. Los recuerdos conservados en una caja son saludables porque nos ayudan a explorar neuronas que ya no usamos. ¡Mira éste! ¿Dónde andará? ¡Qué viaje aquel a París! En el zoo, con el colegio. Pero hay recuerdos tan bellos, tan queridos, que nos harán daño.
Ha sido culpa mía, yo abrí la caja. Hacía limpieza en el armario cuando encontré una caja de cartón, de rayas rojas y blancas. Era una caja con recuerdos, me senté en la cama y la abrí.

Error fatal: dentro había recuerdos.
No olviden nunca sus recuerdos,
esos recuerdos que abrigan el alma.

La caja contiene postales escritas en una playa abarrotada, invitaciones lejanas de boda ¿seguirán aún juntos?, fotos de adolescentes que ya no lo son, fotos de gente que ya no me recuerda, unas cerillas de un hotel sin futuro, papel de fumar sin pasado, unos galones de cabo, unos billetes de avión, de tren, un angelito de jabón...
... y cartas de amor... 




De hace horas, de hace días, de hace años.

Son papeles sin membrete, anónimos,
hojas de cuaderno arrancadas por ella
sin cuidado,
sí, por ella en persona,
papeles arrancados con pasión, con deseo,
con ese desvarío desaforado
que es el amor de juventud.

¿Está usted enamorado?

En el papel duelen las palabras.
Son bellas palabras extinguidas
hace años, hace días, hace horas.
Fueron escritas por ella,
sí, por ella en persona.

No debí devolverlas al aire donde un día fueron libres,
como lo eran nuestros ojos y nuestras manos,
como fueron tiernas las briznas de hierba
que soportaron nuestro peso en el parque.

Palabras que morían de dulzura,
espontáneas y joviales,
con tintas de colores, verde, rojo, azul,
con timbre de oboes, de violines, de pianos.
Era amor de juventud.

¿Estuvo usted enamorado?

"Te quiero. Eres el centro de mi vida.
No hay nadie como tú.
Te amo.
Te querré siempre, para siempre,
a mi lado."

Bellas palabras exitinguidas,
Hace horas, hace años, hace días.

Hoy ya han muerto desangradas esas letras,
y los verbos y los adverbios
son hoy sólo recuerdos pálidos.
Fue amor de vida y juventud.
¿Estuvo usted alguna vez tan enamorado?


Ya no reposamos juntos sobre la hierba.
Ya no son libres nuestras voces. Nuestras hadas
se esconden del sol.


Desde entonces, amor,
ya no digo amor a la cara.
  
Ella ya no me ama,
sí, ella en persona, y no se lo reprocho.
Pero lo que me amó aún lo guardo
en sus cartas,
y sus cartas en un cajón
y el cajón en mi casa.

y releerlas ¡duele tanto!
porque ella, sí ella en persona, ya no sueña conmigo,
pero yo...
yo aún la amo.

4 comentarios:

  1. No guardo ni una sola carta de amor, ni un billete de tren, ni una fotografía, no compro postales cuando voy a los sitios y no seco las flores entre libros... ahora todo está en mi memoria y, cuando quiero (pocas veces, que el corazón es frágil) entorno la puerta, bajo la luz y me remonto con ella a tiempos pasados... sin sorpresas, sabiendo por donde puedo pisar fuerte y por donde me conviene pasar de puntillas. Sé que hago trampa, que cualquiera de esos objetos que contiene a caja de los recuerdos ("la caja de llorar" la llamo yo) me llevaría sin permiso a sitios donde alguna vieja herida se abriría.

    Yo no tengo "caja de llorar" y, aún así, a veces me tropiezo con alguna fotografía, algún billete, alguna flor escondida en un libro de hojas amarillentas... ¡y me pego cada berrinche!

    Gracias por el precioso post, hoy ha sido un placer tomarme el café aquí, contigo. Un abrazo.

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  2. @Francesca. Creo que guardar los recuerdos no es peligroso, cuando se pueden controlar (por Dios, parece que estamos hablando de nitroglicerina), pero sucede que hay veces en que nos pillan bajos de defensas.
    El placer ha sido mío. Gracias por tomar café conmigo.
    Besos,
    ug

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  3. Es curioso como un trozo de papel, una foto o un envoltorio de un caramelo puede adquir una importancia tan grande con el paso del tiempo.
    De repente, aparecen mensajes del pasado que nos mandamos a nosotros mismos en algún momento y nos recuerdan que ya no somos los mismos.

    No está mal que aparezcan, de hecho, tengo entendido que los pequeños duendes son los encargados de que aparezcan cuando nos hace falta, así abiertos en cualquier lugar.

    Me ha encantado pasarme por aquí, por casualidad, y encontrarme con estos artículos, y también yo me he puesto un café para disfrutarlos.

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  4. Azaria→ el que se encarga de que aparezcan los recuerdos inconvenientes no es un duende, es un demonio puñetero que el día que le coja le mocho los cuernos a capones.

    Gracias por venir por aquí y por tomar café conmigo también, que hay que ver lo que os gusta la cafeína a la blogobasca.

    Un beso,
    Ug

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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