lunes, 16 de mayo de 2011

Tiresias y la cuestión de las proporciones

N. del A. Tiresias es uno de los personajes mitológicos que más me han impresionado desde que, siendo joven, leí su historia en el prólogo de una de las tragedias de Eurípides o en una revista del corazón, ya no recuerdo bien. El caso es que he visto escrito su nombre en un libro o en un almanaque, no estoy seguro, y me ha apetecido recordarle.
Opus 53
Es frecuente en la mitología griega que los personajes humanos sean, de una manera o de otra, profundamente desdichados. Los dioses disfrutaban mucho más, ahí tenemos el ejemplo de Zeus, quien después de frecuentar abnegadamente a su esposa Hera tantas veces como para ser el padre de todos los dioses, aún le quedaban ardores para buscar amantes entre todas las humanas que pasaban frente a la mira telescópica de su rayo. Incluso, como buen amante y villano, se tomaba la molestia de adoptar la forma más adecuada para seducir a la infeliz, véase, un toro (Europa), un cisne (Leda), una lluvia de oro (Dánae), un sátiro (Antíope), el marido (Alcmena) o incluso un hombre corriente (Sémele). En todos los casos, donde Zeus ponía el rayo, ponía la bala, pues de todos los encuentros nacían hijos, debido a que por su posición en el Olimpo, podía prescindir por completo de rutinas de planificación familiar. En tiempos del general Franco hubiera ganado el premio especial de natalidad y un puesto fijo en los documentales del NODO. 

En cambio, los personajes humanos eran casi siempre desdichados, empezando por las propias amantes de Zeus, que además de convertirlas en madres solteras, atraían las iras de Hera, lo cual no era cuestión baladí. Normalmente Zeus se encargaba del fruto de sus devaneos y lo colocaba bien, pero la madre acababa convertida en vaca, cuando menos.

No sé si Tiresias fue otro de esos personajes humanos de la mitología griega que tuvo una vida infeliz. Desde luego, tuvo una vida rarita de joven. O tonta, según se mire. Fue el mayor adivino de la Grecia mitológica y un sabio, aunque esos dones le fueron otorgados precisamente por no pensar bien las cosas antes de hacerlas. En fin, juzguen ustedes.

Siendo joven, Tiresias andaba por un bosque donde vio copular dos serpientes. No me pregunten detalles, que no sé como lo hacen ni me lo imagino. Tiresias, imprudentemente, las separó. A mi no me parece una ofensa tan grave, pero a las divinidades que protegían el bosque sí, por lo que le infligieron un duro castigo para aquella época: le convirtieron en mujer. No se ofendan señoras, en aquella Grecia en que las mujeres estaban condenadas a un gineceo en el mejor de los casos, el castigo era desproporcionado. Pasados ocho años, se encontraba una mañana  nuevamente en el mismo bosque, cuando encontró a aquélla pareja de serpientes copulando (admirables ofidios que mantenían la pasión viva durante todo ese tiempo) y gracias a su femenino ingenio, se le ocurrió separarlas otra vez. Tal y como había previsto, los espíritus del bosque le aplicaron el castigo estándar del cambio de sexo, con lo cual se volvió muy contento a su Tebas, su ciudad, a inaugurar su recién recuperada virilidad en un after hours.

En un momento posterior, en el Olimpo discutía Zeus con su esposa Hera. Una de tantas broncas que hacían de ese matrimonio un infierno. El motivo: Hera sostenía que las mujeres no disfrutaban con el acto sexual y que sólo consentían a ello por el instinto de  maternidad y el deseo de satisfacer a sus maridos. A Zeus le parecía que no era así o, en todo caso, que simulaban excelentemente sus orgasmos, por lo que propuso el arbitraje de Tiresias, el único que había disfrutado verdaderamente como varón y como hembra. Incluso había sido madre -tuvo una hija, Manto- y también fue padre, o sea que sabía de lo que hablaba. Tiresias, ingenuamente, emitió el siguiente laudo:

- De todo el placer que se genera en el contacto sexual, la mujer disfruta nueve partes y el varón una. 

Hera se enfadó mucho. Muchísimo. Este tonto impío había descubierto el gran secreto tan bien guardado de las mujeres, por el cual conseguían dominar a quienes se creían dominadores y en castigo, cegó al tonto. Que a una persona que no se metía con nadie le castiguen los dioses tres veces es de no tener muchas luces. Como desagravio por haberle metido en ese lío, Zeus le concedió a Tiresias una larga vida para ganar sabiduría y también el don de la adivinación. El hombre volvió a Tebas  lamentándose de no haber dispuesto de semejantes habilidades el día en que vio la primera pareja de serpientes.

En otras versiones, Tiresias es cegado por voyeur, ya que sorprendió a Atenea desnuda en el baño. Tal vez por esta tradición, nos decían los curas a los niños que nos quedábamos ciegos si teníamos pensamientos impuros. Ya les digo yo que no es así.

Lectoras, ya lo saben, dejen de disimular, su secreto fue descubierto hace ya mucho tiempo. Únicamente queda el debate de si Tiresias exageró en la proporción. Yo creo que sí, pues de ser cierta, me consideraría estafado y exigiría responsabilidades civiles. Aceptaría un seis a cuatro, como mucho. ¿No?

Yo, por si acaso, no molesto a una serpiente copulando, ni aunque lo esté haciendo con mi propia esposa. 

2 comentarios:

  1. Yo, particularmente, y si haber vivido la experiencia de Tireas (lo que no deja de ser un handicap a la hora de opinar), ni creo en su 9 a 1, ni me conformo con el 6 a 4 que tú, generosamente, das por bueno.Lo justo sería un 5 a 5, pero, dado que depende, entre otras cosas, de la habilidad de cada uan de las partes actuantes... acepto un 5,5 a 4,5 o viceversa...
    Besitooooo
    Victoria

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  2. →Victoria: yo creo que sí que hay que poner más a la mujer, el fifty/fifty es demasiado justo para ser cierto. El 9 a 1 no, de ninguna manera.
    Un besitooo
    Ug

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Sus comentarios son bienvenidos, muchas gracias.

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